27 de mayo 2025 - 13:14hs

El votante de centro existe. Está ahí, cada vez más consciente, cada vez más huérfano. No quiere ni los extremos violentos ni las fórmulas del pasado. Busca sentido común, desarrollo, planificación y diálogo. Pero no se siente representado. ¿Por qué?

Veamos lo que sucedió en las elecciones porteñas: no es que los candidatos hayan sido malos o responsables del fracaso. Si sumamos las listas de Lula Levy, Silvia Lospennato, Paula Oliveto y Horacio Rodríguez Larreta nos da el 29% de los votos. Ese caudal existe. Pero faltó algo fundamental: generosidad y grandeza para construir una opción unificada.

Desde 2023, el PRO ha transitado un camino confuso, con líderes que apoyaron a Javier Milei, y figuras como Patricia Bullrich que hoy tienen roles clave en su gobierno. Esa convivencia con los extremos hizo difícil la reconstrucción de Juntos por el Cambio y desconcertó a muchos votantes. En la Provincia de Buenos Aires, el PRO se pronunció oficialmente a favor de un frente con La Libertad Avanza, aunque no es compartido por todos.

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Mientras tanto, quienes realmente creemos en una alternativa de centro seguimos sin lograr lo esencial: unirnos. Como decía Ortega y Gasset en 1939, cuando visitó nuestro país: “Argentinos, a las cosas. Déjense de cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos.” Hoy más que nunca, esa frase vuelve a tener sentido.

La pelea en esta etapa no era por unos pocos legisladores o por quién había gobernado mejor. Era por construir una fuerza con futuro, con poder en torno a sus ideas. Solo dos espacios lograron consolidarse rumbo al 2027. El resto se fragmentó, temiendo “desperfiles” o guiándose por encuestas o egos. Y el votante los buscó, pero por separado: buscó igual una representación entre quienes alguna vez formaron Juntos por el Cambio.

En la Ciudad, algunos creyeron que con porciones mínimas de votos alcanzaría para reclamar protagonismo. La realidad fue otra: la suma mezquina no construye poder. Solo lo hace la voluntad de trabajar juntos, con visión estratégica y sin egoísmos.

Quienes instaron esa estrategia fragmentada, sin generosidad ni mirada de conjunto, deben confrontar el error. No son los candidatos los responsables, sino quienes priorizaron su espacio por sobre el conjunto. Es hora de que se pongan al servicio de un proyecto común.

Octubre –y lo que viene después– puede ser otro 18 de mayo o puede ser el punto de partida de una nueva fuerza de centro. La decisión está en nuestras manos.

Porque el centro no es una tibieza. Es una decisión política profunda.

Es desarrollo con producción y con trabajo.

Es planificación con equidad.

Es la estabilidad de la convivencia de las reglas.

Es la única respuesta real frente a los extremos.

Este es el tiempo de quienes están dispuestos a liderar lo nuevo activamente, tiempo de coroneles. Y de construir, por fin, una fuerza política que esté a la altura del país que queremos.

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