Alrededor de las 12.30 pm del fatídico lunes 28 de abril, la generación de electricidad en España pasó rápidamente de 27 gigawatts (GW) a 12 GW. Una caída equivalente al 10% de la capacidad instalada.
Nadie va a recordar, o quizás a conocer siquiera, los detalles técnicos de lo ocurrido el 28 de abril. Quedarán las historias personales de un día caótico, confuso, abrumador, indignante, en el que nadie podía dar respuestas.
El día del “Gran apagón” en el que España se quedó a oscuras.
Todo ocurrió en cuestión de segundos. La generación de energía solar a las 12.30 pm cayó de 18 GW a menos de 5 GW, explicando gran parte del derrumbe.
Las granjas solares vienen inyectando cantidades sin precedente de energía en el sistema durante el día y esa sobrecarga se reduce a un mínimo en las horas de la noche.
El fenómeno no sólo provocó en el último tiempo un récord de meses con precios negativos de la electricidad sino que provoca variaciones en la red conocidas como “oscilaciones”, que vuelven el sistema más inestable.
Oscilaciones en la red, suministro inestable
Acá surge un primer punto y es que existen dudas sobre la integridad de la red en las granjas solares del sudoeste español: no está claro si están equipadas con una tecnología clave, “convertidores”, que ayudan a controlar la frecuencia y a estabilizar el flujo de energía que recibe la red.
Una segunda cuestión que podría haber ayudado a que esto no ocurriera o se resolviera mucho más rápido. Producto de este “bajón” de energía, la red se quedó sin lo que en la jerga llaman “inercia”. Y eso se explica por la mínima participación que hoy tienen la energía nuclear y basada en combustibles fósiles en el mix español.
La expansión de las tecnologías renovables, un campo en el que España es pionera, es una necesidad de los tiempos. Pero requiere en paralelo el desarrollo de otras tecnologías más allá de la generación de energía.
Es por eso que en caso de una inesperada pérdida de inercia, otras fuentes de energía proveen un suministro temporario que ayudan a mantener la frecuencia de la red y absorben el shock.
Con casi 70% de la electricidad generado por energías renovables al momento del colapso el lunes, no había posibilidad de esta rotación que compensara la pérdida brusca de carga que sufrió la red. Una solución de corto plazo sería tener una base más amplia de generación de energía.
Si no calienta el sol, el bache lo tapa el gas natural
Pero los gobiernos no pueden decir que esto los tomó por completo desprevenidos.
Este invierno dejó el aprendizaje de lo que puede ocurrir durante largos períodos en los que la intensidad del viento y del sol declinan en forma significativa y por ende, la energía que pueden generar.
Hasta ahora, esa merma se viene cubriendo con la energía proveniente de las plantas de gas natural.
Pero a no ser que se pretenda aumentar esa dependencia, algo que parece ir en sentido contrario a la apuesta de España, esos tiempos de escasez necesitan ser compensados con soluciones de almacenamiento en baterías. Y así nos acercamos a uno de los puntos críticos detrás del Gran Apagón.
Según los expertos, un mayor almacenamiento a batería -en estado embrionario en España- daría resiliencia al sistema y hubiera ayudado ante la emergencia ya que la tecnología hubiera respondido en menos de un segundo.
La capacidad actual de almacenamiento es de apenas 3 gigawatts, con la meta de expandirla a 20 gigawatts para 2030. Eso implicará un despliegue extraordinario de infraestructura en energía eólica y solar en los próximos cinco años. Será vital en especial cuando España tiene trazado el objetivo de que el 81% de la generación de energía provenga de tecnologías renovables para el final de la década.
En el mismo sentido, es necesario actualizar el sistema de redes, que por lo general son viejas. Muchas fueron construidas en los cincuenta y necesitan ponerse a punto para el incremento de la demanda en la medida en que la descarbonización avance.
Mientras que las inversiones en nueva capacidad de generación de energía solar sumó unos u$s 500.000 millones el año pasado, los desembolsos en mejorar las redes eléctricas apenas alcanzó u$s 400.000 millones, convirtiéndose en un cuello de botella para la transición energética, según la Agencia Internacional de Energía (IEA por sus siglás en inglés).
También es clave avanzar en la sincronización de las redes para que puedan mantener la frecuencia necesaria de 50 Hertz y en su interconexión a nivel regional.
Durante el colapso masivo en España, el operador de electricidad de Francia aportó 700 megawatts y estaba listo para sumar otros 950 MW cuando la red estuviera en condiciones de recibirlos.
En el País Vasco francés también sufrieron un corte masivo pero la electricidad se restableció a los pocos minutos. Pero la situación de Francia es muy distinta ya que el 70% de su energía proviene de plantas nucleares.
Una nueva regulación para atraer inversores privados
Tanto el aumento de la capacidad de almacenamiento como la mejora de las redes implica inversión.
Según el BBVA Research, mientras en los países europeos la inversión pública en energías renovables viene creciendo en forma sostenida desde el 2000, en el caso de España, se disparó a partir de 2020 y se multiplicó por 10 sólo en los últimos dos años (a través de los fondos Next Generation de la UE).
Pero atraer inversión privada no es tan fácil. Hace poco el CEO de Iberdrola, Ignacio Galán, comentaba que la industria espera un nuevo marco regulatorio -el actual ya tiene una década- para fin de año que justamente sirva de incentivo para generar interés en grandes jugadores.
España no necesita dar marcha atrás en el enorme camino recorrido en la transición verde. Pasó de generar el 17% de su electricidad de energías renovables en el 2000 al 65% en la actualidad, 10 puntos porcentuales por arriba del promedio europeo.
Este derrotero impresionante supuso reducir a la mitad el uso de combustibles fósiles desde 2008.
Pero la generación de energía limpia no basta.
España necesita conseguir inversiones para desarrollar una capacidad de almacenamiento que pueda neutralizar oscilaciones en el sistema y elimine vulnerabilidades de una transición llena de desafíos.
Para eso también necesita escuchar a las grandes empresas españoles, que hacen negocios en muchos mercados, y ya vieron lo que funciona y cómo hacerlo.
El juego político de la culpa es una pérdida de tiempo. Pero es inevitable. Lo importante es pensar qué debe cambiar para que las luces no vuelvan a apagarse.