13 de diciembre 2024 - 12:40hs

Desde la última reunión, todo se complicó de una forma desastrosa. Christine Lagarde, entrenada para estos momentos, estaba sutilmente irritada. De pronto, Donald Trump era presidente de EE.UU. y su amenaza tarifaria, aunque aún vaga, debía entrar en la ecuación europea.

En casa, como si la anemia económica no bastara, de golpe Francia y Alemania estaban políticamente colapsadas en busca de una salida al laberinto institucional.

La jefa del Banco Central Europeo (BCE) simplemente se lamentó de la “incertidumbre autoinfligida” que, aclaró, dificultó tanto el trabajo del comité monetario.

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Al menos cuatro países todavía no presentaron sus presupuestos a la Comisión Europea, explicó. Hacer proyecciones fiscales se hace “un poquito complicado” para el banco en estas circunstancias, reconoció con un claro esfuerzo de corrección política.

Fue en este contexto que el banco recortó 25 puntos básicos (pb) la tasa de referencia por tercera reunión consecutiva y por cuarta vez en el año para dejarla en 3% anual, con una caída acumulada desde que comenzó el relajamiento monetario en junio de 100 (pb) o 1%.

Uno diría que la coyuntura ameritaba más: Lagarde reconoció que se debatió la posibilidad de un recorte de 50 pb. pero que se prefirió seguir con un ritmo gradual. Lo cierto es que por ahora, la inflación en el corto plazo no permite artillería pesada. Otra cosa será el año que viene.

Un crecimiento muy frágil puede retrotraernos a la era pre-Covid, con una inflación por debajo de la meta, que obligaba a sostener los precios antes que a frenarlos. Algo que sería una gran paradoja después del ajuste feroz que se implementó para bajar la inflación post-pandemia.

El mercado ahora ve la tasa en 2% para junio y no diciembre

¿Cómo sigue la política monetaria de acá en más? Bueno, nadie lo sabe. Lagarde se cuidó de no atarse a fechas ni a números concretos salvo el lenguaje de los banqueros centrales en sus comunicados.

Desapareció una línea que dice que la entidad se compromete a mantener las tasas en niveles “lo suficientemente restrictivos por el tiempo que sea necesario”. Para el mundo de los entendidos, eso significa que la tasa bajará hasta al menos el 2%.

El nivel del 2% se considera neutral, esto quiere decir que ni frena ni estimula la economía. Por encima, endurece las condiciones de crédito. Por debajo, las relaja. En el primer caso, se busca bajar la inflación. En el segundo, subirla o sostenerla.

Lo interesante es que el mercado cambió sus expectativas de octubre a la actualidad en relación a la velocidad en que el BCE llevará la tasa a ese nivel.

Según un relevamiento de Bloomberg, antes esperaba que lo hiciera para fines del año que viene, mientras que hoy descuenta que será en junio, con un recorte en cada reunión monetaria hasta entonces.

Para el final del 2025, ahora cree que la tasa ya estará en terreno expansivo, es decir, por debajo del 2%, para estimular la economía. En eso discrepan los economistas, que anticipan que el BCE se instalará en la zona neutral del 2%.

El vuelco en las expectativas se apoya en los reportes que muestran cómo el sector de servicios empieza a contraerse y seguir los pasos del atribulado sector manufacturero que desde hace tiempo no logra levantarse.

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Las nuevas proyecciones indican que el PBI de la eurozona crecerá 1,1% el año que viene en lugar de 1,3%, mientras que en 2026 lo hará 1,4% y no 1,5%.

En cuanto a los precios, la inflación subyacente, que excluye componentes volátiles como combustibles y alimentos, el indicador que sigue la entidad, terminará 2025 en 2,3%, sin cambios, mientras que en 2026 caerá a 1,9% desde la previsión anterior de 2%.

La inflación general será de 2,1% y no 2,2% en 2025 y coincidirá con la subyacente en 1,9% en 2026.

Apuestan a un recorte de tasas más agresivo pero habrá que esperar a marzo

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El mercado no deja de especular con un recorte de 50 pb. Pero los analistas insisten en que recién en el primer trimestre aumentarán las probabilidades. Por ahora, necesitan cuidar la inflación de corto plazo.

Los salarios siguen elevados, el desempleo está en un mínimo récord y la inflación de servicios continúa aumentando, explican. Son buenos argumentos para ir despacio.

Además, el euro se depreció alrededor del 3% desde que ganó Trump y la devaluación puede reavivar cierta presión inflacionaria. Hacia marzo, opina la mayoría, el proceso de desinflación se habrá consolidado lo suficiente como para dar margen a una baja más agresiva si fuera necesaria.

Porque así como Lagarde no debe descuidar la inflación en lo inmediato porque todavía no puede distraerse, en su esfuerzo por evitar el riesgo de una recesión en el mediano y largo plazo tiene que estar preparada para evitar al mismo tiempo que los precios se deslicen mucho más allá del 2%.

Aunque parezca mentira que hoy asome como un escenario a tener en cuenta, a sólo seis meses de haber comenzado a bajar las tasas.

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