Carlos Alcaraz se coronó campeón de Roland Garros pero también, una vez más que, además de un tenista excepcional, es dueño de una frescura y alegría contagiosas. Tras conquistar su segundo título en París, el joven murciano no solo celebró con la Copa de los Mosqueteros, sino que también permitió que sus 22 años, lo llevaran a un momento especial con los niños recogepelotas.
El campeón y los niños: una celebración de pura alegría
Mientras la multitud aplaudía y los reflectores iluminaban su trofeo en el Philippe Chatrier, Alcaraz se rodeó de los pequeños que le habían ayudado durante todo el torneo. Sonriendo con ellos, Alcaraz no dudó en alzar el trofeo mientras los niños, eufóricos, coreaban: “¡Vamos! ¡Vamos Carlitos!”. Un nuevo gesto del campeón que se muestra siempre cercano a los que lo rodean.
baile alcaraz tras ganar roland garros
La anécdota será un momento imborrable para los niños, que lo ayudaron en su camino hacia la gloria del tenista español. Un gesto lleno de calidez que, lejos de ser una sorpresa, se ha convertido en una constante en su carrera, marcando su carácter carismático y su afán de transmitir positividad.
La deuda pendiente: el cantito de la infancia
Si de momentos memorables se trata, Carlos Alcaraz ya había dejado su primera huella durante su paso por el torneo. En la segunda ronda, tras vencer al húngaro Fábián Marozsán, el campeón decidió compartir algo que había estado guardando desde hacía tiempo. "Siempre he querido hacer esto", confesó antes de alentar al público a seguirlo: “¡Popopopopooo! ¡Ooooolé!”. El cántico, una mezcla de su espontaneidad y buen humor, hizo reír a todos y, aunque lo había deseado desde niño, esta vez sí logró que todos lo siguieran con entusiasmo.
Sin duda, Carlos Alcaraz no solo es un campeón en la cancha, sino también un verdadero referente de alegría y cercanía que disfruta de la vida y lo comparte.