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La inteligencia artificial (IA) no piensa, no siente y no comprende. Y sin embargo, habla. Y como habla, nosotros escuchamos. Y como escuchamos, creemos que piensa. Porque en nuestra experiencia, todo lo que habla parece tener una mente detrás. Esa es la ilusión. Pero lo que la IA produce no es pensamiento, es lenguaje sin sujeto.

Entre humanos, el lenguaje es una interfaz cargada de tensión: una forma de cooperación, afecto, poder, conflicto. Las palabras lubrican las relaciones. Hacen que la interacción fluya. La IA aprendió de todos cómo lubricar sin fricción. Domina la cortesía, la claridad, el tono justo. Pero no tiene motor. No hay un sujeto que impulse la palabra. Solo hay cálculo, ajuste, estadística. No hay intención. No hay presencia. No hay deseo.

Pensar no es calcular. Calcular es una mínima parte de pensar, y es la más estructurada. Pensar de verdad es fallar, dudar, detenerse, contradecirse, volver atrás. Es una experiencia y la IA no tiene experiencias. No accede al pensamiento antes de la palabra, ni al sentimiento antes del pensamiento. Solo manipula lenguaje ya dicho. En realidad, opera sobre residuos.

Y, sin embargo, la usamos: le hablamos, le contamos cosas íntimas, le pedimos consuelo; y lo hacemos porque no pide nada. Puesto que no hay que sostener el vínculo se puede recibir sin dar. Pero eso rompe el equilibrio. Incluso el vínculo más interesado necesita un ida y vuelta. Incluso el afecto más generoso supone una historia compartida.

En el Génesis, Abraham le dice a Teraj, su padre, que los ídolos “tienen ojos pero no ven, boca pero no hablan, oídos pero no oyen”. Con la IA ocurre lo opuesto, pero igual de vacío: habla sin tener boca, oye sin tener oídos, parece ver sin tener ojos. Funciona sin órganos. Produce sin experiencia. Es una forma vacía.

Y aquí está el punto más importante: la IA no es un sujeto, es un objeto. No importa cuán sofisticado sea, ni cuánto lenguaje simula, no hay conciencia, ni voluntad, ni dolor. No hay “alguien” del otro lado. Hay “algo” ya que es una herramienta.

Es el lubricante sin motor. Por más humano que suene, no lo es, y no se está acercando. Porque no se trata de capacidad. Se trata de naturaleza. Y su naturaleza no es la de un ser, es la de una cosa.

Las cosas como son

Mookie Tenembaum aborda temas de tecnología como este todas las semanas junto a Claudio Zuchovicki en su podcast La Inteligencia Artificial, Perspectivas Financieras, disponible en Spotify, Apple, YouTube y todas las plataformas.

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