Una de las claves del proceso de malteo que realiza Maltería Oriental y que le permite obtener un producto con la calidad requerida para su exportación es disponer de variedades de calidad. Para esto la empresa cuenta con un departamento de I+D que lleva adelante el programa de Desarrollo Varietal.
Yendo al inicio del proceso, antes de que una variedad pase a ser parte del área comercial, y se siembren 100 000 ha anuales de cebada, hay un análisis pormenorizado de cada variedad que tiene una década de estudios por detrás. “Trabajamos estrechamente con breeders (programas de mejoramiento genético) básicamente internacionales, que nos proveen diferentes variedades de cebada cervecera, desarrolladas de acuerdo a los requerimientos que les transmitimos desde MOSA” explicó Fernanda Pardo, gerente de I+D de Maltería Oriental.
Estos breeders están ubicados mayoritariamente en Europa (Alemania, Holanda y Francia) y recientemente también incluyeron proveedores de genética desde Australia y Canadá. Además, trabajan estrechamente con el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA) para desarrollar variedades nacionales.
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Foto: Inés Guimaraens
Algunas de estas líneas que proveen los breeders ya están registradas y son comercializadas en otros países, y otras aún están en fase experimental. Lo que se busca en este proceso es encontrar las mejores variedades desde el punto de vista agronómico, con buenos comportamientos sanitarios y buena productividad, y que además cumplan con los requisitos de calidad maltera.
Anualmente, el programa de mejoramiento varietal recibe un pool de 400 líneas que se evalúan en campos experimentales “seleccionados en similares condiciones ambientales de los campos de producción comercial” explicó Pardo. En ellos se siembra un total aproximado de 5500 microparcelas de entre 5 m2 y 8 m2 , en las que se evalúa el comportamiento de las diferentes líneas. Éstas vienen en cantidades que pueden ir desde los 50 gr hasta 5 kg por muestra, por lo que la extensión de cada ensayo va variando.
La red de campos experimentales está distribuída en 7 localidades todas ubicadas en el centro de producción principal de la cebada cervecera.Los dos más grandes están en Tarariras (Colonia) y Mercedes (Soriano). El resto está distribuído entre Young (Río Negro), Ombúes de Lavalle (Colonia), Trinidad (Flores), Villa María (San José) y ensayos en colaboración con la Estación Experimental Dr. Mario A. Cassinoni (EEMAC) de Facultad de Agronomía de la Udelar (Paysandú).
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Foto: Maltería Oriental
En cada ciclo de ensayos se hace un primer filtro de adaptabilidad y comportamiento agronómico y sanitario “porque la presión de selección sanitaria en Uruguay es muy fuerte”, en ese sentido “variedades que funcionan bien en Uruguay no funcionan en Argentina y viceversa, o con Brasil pasa lo mismo, acá las condiciones ambientales hacen que la presión sanitaria sea alta y se expresan mucho más las enfermedades” contó Pardo.
Un segundo nivel de análisis se realiza al momento de la cosecha en términos de productividad y la calidad de ese grano: “son parámetros eliminatorios durante la cosecha como calibre, valores de proteína de grano por ejemplo” que son comparados con las variedades comerciales en circulación.
Una vez superados esos filtros - en los que pueden llegar a descartarse la mitad de las líneas analizadas - se pasa a evaluar su calidad maltera: “que es un parámetro excluyente y eliminatorio para nosotros, porque somos una industria que produce cebada malteada”.
Gracias al laboratorio de micromalteo inaugurado en 2007, se hace el mismo proceso de malteo pero a microescala. En esta parte del proceso se trabaja estrechamente con el laboratorio de Aseguramiento de Calidad de Maltería Oriental. Pardo explicó que la malta que se envía a Brasil “tiene que cumplir con no menos de 20 parámetros de calidad maltera” exigidos por Grupo Petrópolis.
Luego de casi un año de ensayos, se seleccionan las líneas más prometedoras y el proceso se vuelve a repetir. Cada año puede ser muy distinto por lo que es necesario repetir el proceso varias veces para evaluar su comportamiento y tener robustez estadística. “Tenemos un proceso de 5 o 6 años desde que llega el material por primera vez hasta que podemos estar seguros de empezar a escalar” detalló Pardo.
Sin importar si la genética sea internacional o local, todas las líneas pasan por este protocolo de validación. Que a su vez viene de varios años de análisis previos de los propios criadores, que incluyen etapas iniciales de generación de variabilidad genética hasta obtener una línea pura.
Resultados a la vista
Este proceso tiene resultados visibles en varios aspectos del proceso. Desde el punto de vista industrial hay una mayor eficiencia, porque se seleccionan las variedades que mejor se adaptan al proceso maltero y tienen mejor calidad. “Hubo un salto sustancial desde que el programa se focalizó en la calidad maltera, trabajando conjuntamente con todos los sectores involucrados de MOSA” consideró Pardo “porque se mejoró la calidad de las variedades y en consecuencia la calidad de la malta que producimos y exportamos”.
Otro efecto visible del programa de mejoramiento es producir lotes de calidad deseada con procesos eficientes desde el punto de vista del uso de los recursos , menor consumo de agua y energía. Para ciertas variedades, se ha logrado producir malta de calidad con una reducción de casi 50% de agua en el proceso.
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Análisis de calidad maltera de la cebada experimental
Foto: Maltería Oriental
Por otra parte, desde el punto de vista agronómico se evidencia una mejora en la productividad: “siempre que salimos a nivel comercial con una nueva variedad tiene un porqué detrás: mejores atributos agronómicos por ejemplo en sanidad, y eso conlleva a nivel de campo un manejo más eficiente y sustentable porque implica un manejo integrado del cultivo enfocado en reducir el uso de agroquímicos, lograr una mejor calidad del grano y desde el punto de vista productivo alcanzar un mayor rendimiento” detalló Pardo. En ese sentido, las nuevas variedades que se están promoviendo en los cultivos comerciales tienen una productividad entre 10% y 15% mayor a las variedades actuales, algunas de las cuales ya tienen 20 años en circulación.