Hay dos opciones que están dando vueltas. Por supuesto, Europa no logra un acuerdo unánime sobre ninguna de ellas.
Se discutieron en la Conferencia de Seguridad de Munich y la cumbre más informal europea de París. Nada oficial, nada que fuera a quedar plasmado en un documento. Pero están sobre la mesa hace tiempo y ahora la discusión gana temperatura.
Son los ya conocidos eurobonos, una forma de financiación de todos sus en forma conjunta que hizo su debut en la emergencia de la pandemia y que ahora fueron rebautizados bonos militares o bonos defensa.
Y la otra posibilidad es echar mano a los activos rusos congelados por la invasión en 2022, pero esta vez no los rendimientos que producen cada año -que ya se utilizan para ayudar a Ucrania- sino directamente los activos en sí, las reservas del banco central ruso inmovilizadas.
Bonos militares: cláusula de escape y emisiones sólo de entusiastas
Al día siguiente a la finalización del encuentro en Munich el presidente francés, Emmanuel Macron, recibió a un puñado de líderes en París para empezar a discutir cómo hacerlo. Los eurobonos fueron uno de los temas que abordaron informalmente, según trascendió, y está sumando voluntades.
Según el primer ministro polaco, Donald Tusk, nuevas medidas de financiamiento estarán listas para ser presentadas en la próxima cumbre del 20-21 de marzo. Europa se toma su tiempo.
Pero en unos días se conocerá algo más. Es que hay consenso en cuanto a no revelar detalles sobre los planes que se están cocinando hasta después de las elecciones alemanas del domingo para evitar generar controversias antes de la votación.
Alemania y Países Bajos siempre se opusieron a este tipo de emisiones colectivas.
Una de las opciones que está en debate es incluir una “cláusula de escape” a las reglas fiscales europeas.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ya propuso activar este mecanismo para las inversiones en defensa en la Conferencia de Seguridad de Munich.
Una de las trabas de esta alternativa de fondeo es que basta que un miembro de la UE la vete para bloquear la iniciativa. Por eso, también circula la propuesta de que un grupo de Estados pueda avanzar por su cuenta.
Una de las trabas de la emisión conjunta de deuda es que basta que un miembro de la UE la vete para bloquear la iniciativa. Alemania y Países Bajos siempre se opusieron a estas colocaciones colectivas. Una de las trabas de la emisión conjunta de deuda es que basta que un miembro de la UE la vete para bloquear la iniciativa. Alemania y Países Bajos siempre se opusieron a estas colocaciones colectivas.
Deberían constituir un instrumento financiero que emita los bonos garantizados por esos , incluso socios como Reino Unido o Noruega, pero no los 27 de la UE para darle más flexibilidad a las colocaciones y evitar discusiones interminables.
Entre las opciones también está redireccionar fondos ya existentes. Hay miles de millones en varios fondos europeos a los que podrían asignarse a defensa y ser movilizados en forma inmediata.
En esa línea, Deutsche Bank estima que la UE cuenta con unos 400.000 millones de euros para financiar gastos de defensa disponibles a nivel nacional, en los fondos de cohesión del bloque y en programas vigentes como Facilidad de Recuperación y Resiliencia y Mecanismo de Estabilidad Europea.
Los que empujan la idea de la deuda común europea argumentan que los niveles agregados de endeudamiento son más bajos que los de EE.UU. Y también lo son los costos de financiación.
Europa ya hizo realidad por primera vez el endeudamiento conjunto a gran escala en tiempos de pandemia. Hoy un fondo de 500.000 millones de euros emitido al 3% implicaría una carga anual de 15.000 millones de euros.
Pero hay que convencer a los votantes. Muchos países europeos ya están endeudados hasta los dientes. Y políticamente no será fácil explicar la necesidad de un mayor gasto en defensa si significa más impuestos o es en detrimento del desembolso en otras áreas prioritarias.
De aprovechar los intereses a confiscar las reservas rusas
Los famosos activos rusos congelados son, en verdad, reservas del banco central del país que quedaron inmovilizadas como sanción por la invasión a Ucrania en 2022.
Se trata de unos u$s 300.000 millones, de los cuales dos terceras partes están en Europa. Más precisamente en Bélgica, bajo custodia de Euroclear.
Durante los primeros años del conflicto estuvieron ahí sin propósito, hasta que las crecientes necesidades de ayuda de una Ucrania cada vez más exhausta hicieron que se decidiera darles uso. El proyecto se delineó, se revisó, se dilató hasta que se acordó cuál sería la estructura financiera.
Finalmente en octubre de 2024, el G7 anunció que se otorgaría un préstamo de 50.000 millones de euros a Ucrania a 2027 que sería repagado con los intereses que generaban anualmente esos activos rusos.
Para entonces, Europa ya había desembolsado 134.000 millones de euros en asistencia militar y humanitaria.
El año pasado, los rendimientos derivados de esos fondos congelados alcanzaron 4.400 millones de euros. Recién el 10 de enero de este año la Comisión Europea entregó a Ucrania 3.000 millones de euros, la primera “cuota” de este crédito que le corresponde a la UE. Este año recibirá 18.100 millones.
Ucrania busca probar que usar el dinero de Moscú es legal
Hasta aquí, la historia de esta pequeña fortuna rusa guardada en Bélgica que los aliados encontraron una forma de aprovechar. Lo que ahora está en juego y se evaluó en Munich es usar ese dinero para ayudar a la reconstrucción de Ucrania, lo que reduciría enormemente la factura europea de la posguerra.
Ya antes de que Trump empezara a negociar la paz, una Ucrania desesperada le había propuesto a su istración utilizar esos activos para comprar armamento de EE.UU.
En Europa, Alemania, Luxemburgo y Bélgica se oponen a la idea, preocupados por su interpretación legal y el temor al impacto en la estabilidad financiera.
También el Banco Central Europeo comparte la inquietud sobre el potencial desestabilizador de esa maniobra.
No menos problemático sería que Moscú decida tomar represalias, como ya advirtieron que harían en un caso como éste. El régimen de Putin puede tomar propiedad extranjera en el país.
Muchos negocios europeos y estadounidenses, incluidos bancos, todavía operan en Rusia y tienen activos allí. De hecho, muchos inversores occidentales hoy tienen fondos e inversiones atrapadas bajo amenaza de Moscú de intentar sacarlas del país.
Pero los ucranianos hicieron circular entre el G7 un documento firmado por 10 expertos en ley internacional que aseguran que la confiscación de los activos estaría dentro del marco legal ya que constituiría una compensación por el daño ocasionado como resultado directo de una conducta ilegítima.
Mientras tanto, la UE avanza en otra forma de recaudar dinero a partir de los retornos que dejan esos activos: aplicarle impuestos. El año pasado, el gobierno belga recibió 1.700 millones de euros que serán entregados a programas de ayuda a Ucrania.
A su vez, el Reino Unido y EE.UU. están presionando a sus aliados en el G-7 para tomar los activos rusos sin más vueltas. Canadá estaría abierta a la idea. Pero dentro del grupo europeo, no sólo Alemania sino también Francia se resisten.
Por eso se barajan otras opciones en caso de no poder llegar a un acuerdo como usar los fondos como colateral para emitir deuda o como garantía para préstamos.
La urgencia de la situación requiere actuar con celeridad y enorme voluntad política. Europa no puede darse el lujo esta vez de dilaciones incomprensibles ni fracturas internas. Debe resolver. Porque la istración Trump no pensará dos veces en rebajarla si la ocasión se presenta.
La pregunta es si puede hacerlo.