1 de junio 2025 - 10:09hs

La noticia no es nueva, pero resurgió en las últimas semanas a raíz de una investigación mediática que determinó las causas detrás de la decisión que tomó Justin Bieber en 2022: la de vender su catálogo de canciones en 200 millones de dólares a una empresa privada, una decisión que en los últimos años han tomado varias estrellas de la música.

Un informe del sitio TMZ señaló que la venta tuvo que ver con una crisis financiera que el cantante canadiense enfrentaba, con deudas millonarias motivadas tanto por una mala gestión de su patrimonio como por las secuelas de la cancelación de su gira mundial Justice, para cuidar su salud mental.

Eso llevó a que el canadiense y su equipo de management tomaran la decisión de vender desesperadamente ese catálogo de canciones a la empresa Hipgnosis Songs Capital, que desde entonces recibe un pago cada vez que se transmite una canción de Bieber, o se utiliza para una obra de ficción como películas o series.

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Algunos de los casos más recientes son los de la banda estadounidense Kiss, que en 2024 vendió su catálogo en 300 millones de dólares, o el de Bruce Springsteen, que hizo lo propio en 2021 y vendió las grabaciones originales y los derechos de publicación de toda su obra a Sony por unos 500 millones de dólares.

Warner Music compró los derechos mundiales de la música de Bowie en septiembre de ese mismo año y Bob Dylan vendió su catálogo de más de 600 canciones en diciembre del 2020 a Universal Music Group a un precio de compra de 300 millones de dólares.

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Bob Dylan
Bob Dylan

Sting, Phil Collins y Stevie Nicks son otros de los nombres que han optado por estas transacciones. En la mayoría de los casos se trata de artistas veteranos que de esta forma aseguran un ingreso inmediato en un momento de sus vidas donde la salud puede interrumpir sus giras mundiales, o les facilita para sus testamentos y herencias el trabajo del reparto entre sus descendientes: es más sencillo dividir dinero que partituras.

Hay otros casos, de artistas más jóvenes, donde las ventas pueden responder a necesidades más inmediatas de dinero, como en el caso de Bieber. En el caso de Shakira, su juicio por evasión impositiva en España de 2019 pudo ser un motivo para necesitar concretar esta venta.

En otros casos, es una opción de asegurar un futuro económico o de generar ingresos que pueden reinvertir de la forma que decidan.

¿Qué ganan los artistas y las empresas que compran los catálogos de música?

Shakira
Shakira en el show de su gira

Shakira en el show de su gira "Las mujeres ya no lloran" en Brasil

¿Por qué vender una de sus principales fuentes de ingresos, que les reportan dinero cada vez que la canción es utilizada en cine, videojuegos, series, o publicidades, o de hecho, cada vez que la canción se ejecuta?

La primera respuesta a esa pregunta es “2020”. El año en el que la pandemia de covid-19 frenó los espectáculos masivos y las giras internacionales le sacó a los artistas de ese calibre su principal fuente de ingresos. En estos tiempos de Spotify, iTunes y YouTube, los ingresos discográficos bajaron sus cantidades, y lo que esas empresas de streaming pagan a los artistas son cifras ridículas. Un millón de reproducciones en Spotify equivale a 4.000 dólares, en YouTube a US$ 1.800, y en Tidal, la que mejor paga, unos 12.000 dólares.

Sin shows, estas ventas representan un ingreso directo para mantener niveles de vida lujosos o pagar cuentas, aunque seguro no todos los artistas que venden sus catálogos necesitan esa inyección de dinero.

Mientras que algunos de los artistas mencionados, como Bob Dylan, vendieron sus derechos a sellos internacionales, como en su caso, Universal (en US$ 400 millones), otros como Neil Young (que de todas formas no vendió todo) o Shakira han apostado por empresas que se dedican específicamente a la gestión de derechos musicales.

Para estas empresas, comprar derechos musicales es un negocio redituable. Son las regalías de artistas exitosos y que tienen canciones que aún teniendo varias décadas siguen generando ingresos y que seguramente seguirán generándolas en el mediano plazo, y que ahora también pueden colocar en, por ejemplo, anuncios publicitarios, sin que el artista se pueda quejar porque no le gusta la marca que usa su música. Y aunque suene increíble, es más seguro comprar canciones que barriles de petróleo o acciones de alguna empresa tecnológica de moda.

Así lo ejemplificó en 2021 Merck Mercuriaidis, el gerente general de Hipgnosis (los dueños de las canciones de Bieber), en declaraciones a la revista Rolling Stone: “Si Donald Trump hace alguna locura, el precio del oro y del petróleo se ve afectado, mientras que el de las canciones no. Las canciones siempre son consumidas”, explicó.

Qué implica vender los catálogos de canciones

El negocio musical es complejo y hay distintos tipos de derechos involucrados. Lo que los artistas están vendiendo son los derechos de autor y edición, que otorgan a los compradores los ingresos por el uso de las canciones (ya sea en producciones audiovisuales, eventos públicos, videojuegos o hasta en fiestas privadas), y lo que corresponda cada vez que otro artista lo versione o grabe un cover del original.

Lo que los artistas (o los sellos discográficos) mantienen son los derechos de las grabaciones y los que cobran como intérpretes de las canciones en esos discos, aunque algunos artistas también han vendido los derechos de sus grabaciones.

El caso más famoso de ese último punto es el de Taylor Swift, que no poseía los derechos de las grabaciones de sus primeros seis discos, sino que estaban en manos de una empresa, Big Machine Label Group. En 2019, el mánager musical Scooter Braun compró la empresa y se quedó con los derechos de los discos de Swift, que había intentado adquirirlos, pero se le estipuló como condición un contrato por otros seis álbumes con Big Machine.

La compra por parte de Braun llevó a una disputa pública con la cantautora, que tomó la decisión de regrabar esos seis discos y publicarlos nuevamente, en ediciones que se conocen como las "Taylor version". El tema volvió a la palestra en las últimas semanas, después de que Swift concretara la recompra de los derechos de esas grabaciones originales.

"Decir que este es mi mayor sueño hecho realidad es ser, en realidad, bastante reservada", dijo la cantante, que agradeció a sus fans por apoyarla. "No tengo palabras para agradecerles por ayudarme a reencontrarme con este arte al que he dedicado mi vida, pero que nunca había poseído hasta ahora", añadió.

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