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7 de octubre 2024 - 5:00hs

Briscio, un niño de 9 años que vive en la localidad floridense Casupá, hizo realidad su sueño del caballo propio. El camino recorrido es una linda anécdota: vendió maní en una feria ganadera para juntar peso por peso y comprarlo. Una historia con final feliz y otros protagonistas: sus padres, un rematador solidario y un productor con un lindo gesto.

Briscio es hijo de Jorge Barbieri y Silvina Mendiola. De lunes a viernes viven en Cerro Colorado, donde Jorge trabaja en una obra de Mevir, y el fin de semana en la casa propia en Casupá, localidad floridense donde ella trabaja en el hogar.

Casupá es una localidad muy vinculada al mundo rural y donde el caballo es una figura principal; este fin de semana, por ejemplo, ahí se desarrolló uno de los raids de mayor prestigio en el país (el 36° Raid Hípico Casupá al Procer, organizado por el Club Social Casupá).

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Otro sueño: ir a una escuela agraria

“Briscio adora a los animales, tiene sus gallinas, tiene un cordero que lo llevamos siempre con nosotros cuando viajamos a Cerro Colorado, él va a la escuela 17 de Cerro Colorado y tiene como objetivo estudiar en una escuela agraria”, contó Silvina.

Un actor principal en esta historia es un amigo de la familia, Milton Franco, de profesión rematador y referente en el empresariado rural.

Franco es el dueño de un escritorio con sede en San Jacinto, Canelones, que lleva su nombre desde que lo creó en 1989. Heredó la pasión por el martillo viendo trabajar a su padre y remata en ferias quincenales en el local feria de Casupá.

Hace un tiempo, Franco se enteró del sueño del niño, tener su caballo e ir a una escuela agraria, y le hizo llegar un consejo, recordó Silvina: que de lunes a viernes estudie, que eso es lo principal, y que el caballo era para tenerlo como compañía y disfrutarlo, pero los fines de semana.

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Un día de invierno en Maroñas

La historia de cómo se cumplió el sueño la contó, emocionado, el rematador: “Hace unos dos meses, un sábado de invierno, hacía mucho frío y seríamos 20 personas en el Hipódromo de Maroñas, adonde fui a ver correr un caballo mío. Ahí se me arrimó esa familia, que los conozco de Casupá, gente humilde y trabajadora. El niño se me arrima, me da un beso y los padres me explican sobre su pasión por los caballos y me piden permiso para que el niño vendiera maní en la feria del Local Casupá para juntar dinero y comprarse uno”.

Franco no solo dio el aval, también les dijo que solo debían llegado el momento pagar el valor del caballo en el remate, dado que el escritorio no cobraría nada por su servicio.

“Usted junte la platita y lo va pagando como pueda”, le dijo el rematador al niño.

Silvina recordó aquella ida a Maroñas: “Briscio tenía la ilusión de ir a Maroñas, nunca había estado ahí, lo llevamos engañado… le dijimos que íbamos a Montevideo a un cumpleaños y lo llevamos al hipódromo, no podía creerlo”.

Con la mochila cargada de maní

Pasó el tiempo y el jueves 3 de octubre, en la última feria que hizo el escritorio, el niño fue con su mochila cargada a vender maní –no era la primera vez, ya había ido antes–.

“Con el padre, si bien mucha gente amiga nos dio la idea, nos daba cosa que Briscio tuviera que vender maní… porque no tenía necesidad, la familia tiene trabajo… pero entendimos que no era nada malo que él hiciera su esfuerzo para lograr lo que quería y así le dimos permiso y lo llevamos… nunca imaginamos que ese día íbamos a ir con una mochila cargada de maní y al volver que él ya tuviese su caballo, imaginate, no sabemos cómo agradecerle a Milton, al señor que se lo regaló, a la gente…”, narró Silvina con emoción.

El rematador, ese día del remate, durante su trabajo solicitó al público que colabore con la iniciativa, comprándole maní a Briscio, lejos de saber el desenlace de la historia.

En determinado momento sale a la venta un tordillo, que tiene ocho años, de cola corta, Angloárabe, que estaba montado por un empleado del local feria que trabajaba con los terneros en la pista.

Tras una puja, el equino fue adquirido por Bernardo Vasconcellos, un cliente de muchos años en la firma rematadora, de Empalme Olmos, que lo compró a distancia, ofertando por teléfono y pagó US$ 710 por él.

En cierto momento uno de los asistentes del rematador se le arrima y le avisa que el comprador hizo la inversión, pero no para quedarse con el caballo, sino para obsequiárselo al niño.

El chiquilín justo no estaba al costado de la pista, había ido al baño y al volver se enteró y no podía creerlo, contó Franco: "No paraba de llorar de la emoción", agregó.

En los siguientes videos se aprecian los principales momentos vividos en esa jornada.

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El rematador dijo que el cariño que la gente le tomó al niño por tener ese sueño y hacer su esfuerzo en vender maní para juntar peso por peso –más allá de que al final le regalaron el caballo– fue tal que el escritorio comenzó a recibir llamados de gente interesada en ayudar.

“Una señora de Fraile Muerto le regaló una montura completa, un señor de Canelones una cabezada y rienda de cuero de búfalo, un señor de Durazno un recado completo, una familia de San Jacinto otro recado completo, hay gente de la zona mía que le va a llevar 10 o 20 fardos, otra persona que tiene fábrica de raciones le va a mandar la ración para un mes”, detalló.

Briscio y Don Bernardo

Silvina, la mamá de Briscio, al final de la charla con El Observador señaló una actitud que la familia tuvo, “un homenaje que correspondía, el caballo se llama Don Bernardo, en homenaje al señor que se lo regaló a Briscio”.

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Temas:

Casupá Caballo escuela agraria Maroñas

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