Aunque muchas veces su trabajo pasa desapercibido, el laboratorio cumple una función clave en la vida cotidiana. Se encarga de analizar alimentos envasados, productos listos para consumir de locales gastronómicos, rotiserías y restaurantes. También controla si las empresas están cumpliendo con lo que declaran en los empaques y verifica el correcto uso del etiquetado nutricional. “Este es uno de esos servicios que no se ven. Cuando uno se entera que existe Regulación Alimentaria es cuando pasa algo, y ojalá que no suceda”, reconoce Carolina Paroli, directora del Servicio de Regulación Alimentaria.
En este sentido, Paroli enfatiza que el enfoque del servicio ha cambiado. “No es un servicio 100% sancionatorio. Queremos que sea educativo. Que la empresa cambie y que a la población le lleguen alimentos en condiciones”, afirma. Si bien el servicio continúa fiscalizando y sancionando en caso de que sea necesario, el objetivo principal es acompañar a los emprendimientos a mejorar sus prácticas. Desde las grandes industrias hasta los pequeños comercios, todos están bajo el mismo principio: garantizar alimentos seguros para todos.
Los consumidores también juegan un rol activo. La Intendencia ofrece diversas herramientas de público, como los observatorios de salud y de rotulado nutricional. Allí se puede consultar si un local está habilitado, si es libre de gluten o pet friendly, e incluso acceder a registros de empresas que corrigieron errores en sus etiquetados. Además, cada local debe exhibir su tarjeta de habilitación y se prevé reimplementar un sistema de stickers visibles que indiquen si el establecimiento está en regla. “Es importante que el consumidor sepa leer las etiquetas, que entienda lo que está leyendo, porque eso le permite hacer elecciones más saludables”, subraya Paroli.
El laboratorio procesa actualmente unas 6.000 muestras al año, que se derivan a análisis tanto químicos como microbiológicos. Con las nuevas capacidades, esta cifra podrá escalar significativamente. Eso también implica más datos, más resultados y, en consecuencia, un mejor monitoreo del sistema alimentario.
La puesta en marcha del nuevo laboratorio implicará una etapa de transición y calibración de equipos, pero una vez operativo, se esperan importantes novedades. “Pueden surgir resultados distintos a los que tenemos hoy, porque vamos a usar técnicas que nunca hicimos. Y en los análisis que ya hacíamos, vamos a tener mayor cantidad de datos, lo que también nos permite inferir otras cosas”, anticipa la directora.