Lo está, además, políticamente con su exministro y mano derecha, José Luis Ábalos, en recurrente paseíllo judicial por variados delitos, además de por traficar con mascarillas en pandemia, y desnudo ante el juez y las señoritas con las que tenía derecho a roce, y a algo más, a cambio de colocarlas en los ministerios, organismos, instituciones o sociedades estatales sin tener que ir siquiera un día a fichar.
Pedro Sánchez, el marido de Begoña Gómez a la que Javier Milei identificó con el delito de corrupción, del que ahora debe defenderse su señora está metido en demasiados líos y la puerta de salida le queda lejos.
El presidente del Gobierno chapotea entre las aguas turbulentas que le obligan a pensar en un blindaje judicial para él y para los suyos.
Esto es, para la familia propia, la del PSOE y hasta la del fiscal general (Álvaro García Ortiz), también investigado, para evitar formar el club de los presos del traje de rayas.
Para lograrlo avanzan en la regulación de un millar, sí un millar, de jueces que pasarían a formar parte del cuerpo sin haber pasado por las obligatorias oposiciones.
Malas noticias en las encuestas
Pedro Sánchez ya no está en los sondeos con ventaja sobre Alberto Núñez Feijóo, el candidato más votado en las últimas elecciones generales y del que se rió a mandíbula batiente en la tribuna del Congreso de una forma que hizo pensar que algún trastorno mental le rondaba.
Sánchez, “el Perro”, no tiene más lugar donde morder al Partido Popular, a la judicatura, a la Guardia Civil y a su Unidad Central Operativas (UCO).
A Sánchez, el caso del novio de Isabel Díaz Ayuso se le agota y vuelve a resucitar a los viejos muertos de la pandemia, pero sólo de Madrid.
Todo vale en su desesperación, pero al presidente con más suerte política, y menos escrúpulos de la democracia le están arrancando las máscaras a golpe de audios itidos por sus autores, de pruebas con valor judicial y de historia propia.
Los reproches desde el Socialismo
Tomás Gómez, exsecretario general del PSOE en Madrid, recordó lo que su partido trató de ocultar sin éxito: "He visto a Sánchez coger una urna y meterla detrás de un biombo para intentar cambiar el resultado de una votación. Alguien que hace eso delante de todos los dirigentes del PSOE fíjese usted el sentido que tiene de la democracia y de las instituciones", recordó en alusión a un histórico comité federal del partido.
Sánchez empieza a ser un poco la sombra -en sentido figurado y real- de Sánchez.
Con lo que va saliendo a la luz, Alberto Núñez Feijóo se puede dar el gusto de identificarle con un “capo de una mafia”. Las prácticas del “jefe de la banda”, como le calificó en su día Albert Rivera, replican las de una organización criminal, a la española, es decir, sin la eficacia que caracteriza a las de Sicilia.
La fontanera del escándalo
Una tal Leire Díez se ha hecho famosa por formar parte de esa red de mineros del PSOE en busca de diamantes en forma de trapos sucios en la vida personal de jueces, fiscales, guardias civiles y de cualquier persona que pueda tener influencia y decisión a la hora de esclarecer la verdad de “la familia” en un tribunal, a cambio de impunidad en Hacienda y otros favores oficiales.
En España, a los individuos del partido que se ocupan de escarbar en la vida privada de otros para conseguir los objetivos del líder se les conoce como fontaneros (plomeros en Argentina y Uruguay).
A eso se ha dedicado la tal Leire, una militantes del PSOE que antes tuvo puestos bien remunerados en empresas públicas como Enusa (energía nuclear) y la sección filatélica de Correos donde, ahora se entiende, lanzó emisiones entusiastas de sellos de conmemoración del Partido Comunista.
“Repugnancia”, es lo que siente Emiliano García-Page, el presidente socialista de Castilla-La Mancha al conocer el modus operandi de su partido.
Protagonista, como otros barones (caudillos regionales), del PSOE en los audios publicados, su hermano gemelo (de verdad) rompió hace meses el carnet, pero él confía en que llegarán tiempos nuevos.
Con la idea de retrasar esa fecha lo más posible y el pánico en Moncloa y en Ferraz (calle sede del PSOE) la maquinaria mediática progubernamental apretó el acelerador.
Hasta tres ministros, una vicepresidenta incluida (María Jesús Montero), acusaron al capitán de la UCO, Juan Vicente Bonilla, de fantasear con poner “una bomba lapa” a Pedro Sánchez. La verdad les dejó presos de sus palabras que se han negado a rectificar.
La conversación íntegra se publicó y el guardia civil lo que dice, en tono jocoso, como respuesta a la ironía de su interlocutor (un confidente) que afirma que le van a condecorar por cambiar su destino e irse a la comunidad de Madrid, es que la otra opción sería que le pusieran a él -no a Sánchez- una bomba o le manden unos sicarios venezolanos.
El dilema de la moción de censura
Un mes lleva el presidente del Gobierno mudo sobre estos asuntos que algunos ya identifican como “un golpe de Estado moderno”, mientras el 64 % de los españoles, según un sondeo de GAD3, no tiene la menor duda de que Sánchez sabía, sabe, todo.
Dicho de otro modo, que está detrás de ese entramado del que no hay precedente en la historia de la democracia española. Aún así, el mismo sondeo advierte que el protagonista de El Manual de Resistencia, aguanta con un 27 % de apoyo.
Son los incondicionales, los que votan como si estuvieran en la cancha con la camiseta de su equipo, los que hoy defenderían las gotitas del técnico argentino Carlos Bilardo en el agua de la selección de Brasil del Mundial de Italia en 1990, o la mano de Dios del malogrado Diego Armando Maradona o las zapatillas clonadas de Guillermo Vilas para hacerse con el open de Australia en 1978.
En esta España argentinizada o kirchnerizada, en las formas del poder y en el fondo del sanchismo, Alberto Núñez Feijóo recupera la esperanza y ve su oportunidad para marcar la agenda.
El líder del Partido Popular convocó otra manifestación para este domingo. “Mafia o democracia”, es el eslogan que propone en un gesto de atrevimiento poco habitual en él, con fama de tibio.
De paso, invoca el fantasma de una moción de censura. Con ella llegó hace siete años al poder Pedro Sánchez, pero no la presenta.
Apela a los socios que la hicieron posible entonces y que hoy le sostienen. El Partido Nacionalista Vasco, que había aprobado los presupuestos de Mariano Rajoy una semana antes, y que fue decisivo entonces con la excusa de la “corrupción”.
Hoy los vascos guardan silencio y el separatista catalán Carles Puigdemont se resigna a seguir en Bruselas mientras el Tribunal Constitucional, donde Sánchez logró colocar a su mayoría “progresista”, perfila los párrafos de la constitucionalidad de una amnistía que los padres de la Constitución, como antes reconocía el PSOE, descartaron incluir en la democracia española.
Amago, pero no golpeo es el reproche que se le hace a Núñez Feijóo por no arriesgarse, aunque no tenga a priori los votos, a presentar la moción de censura.
Los que estaban en la “pomada” en tiempos de Felipe González recuerdan la que él sí presentó a Adolfo Suárez y que supuso, por el brutal desgaste, el principio del fin de aquel gobierno de transición aunque la perdiera.
José María Aznar, presidente entre 1996 y 2004, no está de acuerdo con esa opción.
A su compañero Núñez Feijóo le recomienda tener “la cabeza fría”.
Salvo hecatombe o implosión del PSOE, quedan dos años de Sanchismo y, antes de precipitarse y provocar un tropiezo propio, mejor esperar a ver pasar el cadáver político de su enemigo, advierte.
Núñez Feijóo, prudente, le ha hecho caso.