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31 de marzo 2025 - 5:00hs

La última vez que Laura cayó presa por robar un auto la trataron como una rara avis:

—¿Para qué vas a estar afanando si podés vender unos gramos y hacer más plata?

El botín era tentador. La paga era mejor, las chances de ser agarrada por la policía eran más bajas y encima se ganaría el “respeto” del barrio. Era todo un negocio para esta joven que llevaba más de una década de robos para consumir pasta, dos entradas anteriores a la cárcel, un novio muerto, un primo al que los balazos lo dejaron como un colador, un tío al que lo prendieron fuego.

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Laura habla despacio y cada tanto mira hacia abajo. Observa las cicatrices en ambos brazos, las marcas que le quedaron de esa desesperación por consumir. Recuerda a esa niña “enojada con el mundo” que solo soñaba con “prender fuego todo”. Y con la distancia que le da el tiempo y la experiencia, dice:

—Los pibes ahora están en cualquiera. Les dan un arma, andan a los tiros, venden (droga) para comprarse mejores armas.

—¿Venden para consumir?

—Algunos sí y otros no. Muchos lo hacen por la plata. Es mucha plata.

El mundo del delito cambia, muta, se transforma. La mayoría de los delincuentes buscan el mayor rédito económico y simbólico posible y la menor exposición. Plata “fácil” y poco riesgo. Esa ecuación no siempre se encuentra en el mismo lugar.

Las anteriores autoridades del Ministerio del Interior mostraban con orgullo que las denuncias de los delitos “tradicionales” bajaron de forma significativa en los últimos cinco años. Sin embargo, mientras caían las denuncias por rapiñas o hurtos, subían las de estafa, las de ciberdelitos y también todas las vinculadas a los delitos tipificados en la ley de estupefacientes.

Los motivos detrás de este crecimiento no están claros y tanto la academia como el sistema político se manejan en base a hipótesis. El avance y la democratización de la tecnología son el caldo de cultivo perfecto para un aumento de las estafas digitales y los ciberdelitos. Pero la explicación para entender qué está pasando con el mundo de las drogas es más compleja.

El doctor Ciencias Sociales Gabriel Tenenbaum sostiene que podríamos estar ante una migración de delitos como la rapiña hacia otros que generan menos exposición y más rédito económico como los vinculados al tráfico de drogas.

“Cualquier actividad en el marco del mercado ilícito de drogas genera más renta criminal que un hurto o rapiña: desde sicariato, pasando por guardar un arma, hasta revender unos chasquis”, explicó en diálogo con El Observador y destacó, además, el respeto que genera incurrir en ese rubro del mundo criminal.

“La renta en capital simbólico (reconocimiento, respeto...) es mucho mayor en drogas que en delitos contra la propiedad. Te lo dicen los pibes. El botín es la integración al grupo, el logro de su respeto, y no solo el capital económico”, agregó.

Desde 2012, asegura Tenenbaum, hay un aumento del mercado de las drogas ilícitas y con ello existe un aumento de los homicidios y de los delitos derivados de ese negocio ilegal.

Entre 2013 y 2024 las denuncias por los delitos tipificados en la ley de estupefacientes prácticamente se triplicaron. Hace 12 años se registraron 1.255 denuncias y el año pasado fueron 3.642, según los datos a los que accedió El Observador a través de una solicitud de a la información pública.

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Sin embargo, el coordinador de Estrategias de Seguridad Integral y Preventivas del Ministerio del Interior, Diego Sanjurjo, que trabajó en la anterior istración y mantuvo su cargo pese al cambio de mando, tiene otra hipótesis. Señala que no hay evidencia de que el aumento de las denuncias esté vinculado a un aumento del delito.

“Cuanto más perseguís un delito, más delitos vas a encontrar. Entonces si yo triplico el allanamiento de bocas de droga, como hicimos, se me triplica el indicador de delitos de la ley de estupefacientes. Entonces, en realidad, no tengo ninguna evidencia de que haya más adictos, más transacciones, más venta o compra ilegal de drogas. No tengo ese indicador”, aseguró en entrevista con El Observador en enero.

Sin embargo, los motivos por los que se comenten homicidios, que no dependen de las denuncias ni de la persecución policial, muestran una tendencia que Tenenbaum define como “efecto tijera” y que evidencia el aumento de los delitos vinculados al tráfico de drogas. En 2024 hubo 102 homicidios vinculados al tráfico de estupefacientes y 26 derivados de rapiñas, hurtos o copamientos. Hasta 2021 siempre eran más los que se explicaban por el segundo motivo.

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A las trompadas y a los tiros

A Laura le quemaron la casa. “Por suerte”, dice sujetando el crucifijo que le cuelga del cuello, el hijo de su pareja no estaba dentro. Y eso que suele andar encerrado en la casa porque en el barrio “andan a los tiros como si nada”.

La bronca fue tal que Laura sintió lo mismo que sentía cada vez que le entraban las ganas indomables de drogarse. Fue hasta lo de “un conocido”, le quiso comprar un arma y responder a la violencia con más violencia.

—No lo hice porque era demasiado cara, unos $ 7.000 por una 22 (milímetros de calibre).

El aumento de las denuncias de algunos delitos parecen reflejar la ecuación: más armas + más drogas – tolerancia para resolver los problemas de buenos modos = un Uruguay más violento.

Crecen las denuncias por lesiones y riñas, dos de las figuras delictivas que, según el catedrático en Derecho Penal Germán Aller, son la expresión de la resolución violenta de las diferencias.

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El nuevo ministro del Interior, Carlos Negro, marcó como una prioridad en su discurso de asunción actuar sobre la “gran cantidad de armas” que facilitan que se cometan crímenes como los homicidios. Insistió con el tema cuando se reunió con los legisladores del Frente Amplio el lunes de esta semana, donde habló de impulsar una política de desarme, y adelantó que estará dentro del Plan Nacional de Seguridad que se consolidará en el Presupuesto.

No solo la cantidad de homicidios son un reflejo del poder de fuego de los delincuentes. Otros delitos también muestran, a través de las denuncias, como la cantidad de armas en circulación viene en aumento. En 2013 hubo 104 denuncias por porte o tenencia de armas. En 2024 fueron 380.

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Incluso el aumento de los delitos de estupefacientes podría también reflejar ese incremento de la violencia. Aller le llama “la paradoja de la droga”: cae la violencia que significa una rapiña y “se sustituye por la compra-venta de drogas que a priori no significa una transacción violenta en el corto plazo, pero los propios códigos del mercado ilícito terminan generando más violencia”.

La fiscal de Homicidios Mirtha Morales había dicho a El Observador que “el consumo (de drogas) interfiere en la manera de relacionarse, en cómo resolver los problemas de la manera más violenta aunque no sea por un gran cargamento". Mucho más si a ese “quiebre social” se le inyecta el principal vector epidemiológico de los homicidios: las armas de fuego

En Centroamérica, donde el crimen organizado escaló antes que en Uruguay, el delito de extorsión “es el negocio por excelencia” de los criminales, explica el sociólogo Tenenbaum.

En Uruguay las denuncias de este delito, que implica el uso de la violencia o las amenazas para obligar a otros a hacer algo que no quieren, han tenido un salto a partir de 2018. Así lo muestra el gráfico.

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En Uruguay, por ahora, los delitos de extorsión se vinculan sobre todo al sistema carcelario. Así lo ve el fiscal de Flagrancia, Willian Rosa, quien ite que "la extorsión suele ser parte de una diversificación del negocio" de los criminales.

El mundo del delito parece estar mutando, aunque no se vea en las denuncias tradicionales que semestre a semestre publica el Ministerio del Interior.

*Laura es un nombre de fantasía para un caso real, cuya identidad se mantiene bajo reserva para preservar su seguridad.

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