Luego del paso de la película por los cines durante el verano, ahora, mientras busca una plataforma de streaming para ser exhibida, llegó a las librerías la novela gráfica que firma Stoll junto al dibujante Nicolás Peruzzo, uno de los nombres principales del cómic en Uruguay, que adaptó el guion firmado por el cineasta y por su colega Adrián Bíniez (y con Christian Larrama, que aportó algunos dibujos complementarios). Es una adaptación en un formato pop, para una película pop.
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Nicolás Peruzzo junto a su personaje infantil Pancho el pitbull
Peruzzo le debe parte de su carrera como historietista a la obra de Stoll. En particular, a las dos películas que hizo junto a Juan Pablo Rebella, 25 Watts y Whisky. Antes de dedicarse profesionalmente al rubro, cuando todavía era un estudiante de Ciencias Económicas que trabajaba en un estudio contable, el dibujante notaba que a la literatura uruguaya le costaba encontrar una voz propia, sin caer en tonos neutros o suavizando su “uruguayismo”.
25 Watts fue una revelación. Se podía hacer una ficción donde los personajes hablaran como uruguayos, que tuviera referencias a Ultratón, y donde todo eso funcionara. En 2011, Peruzzo publicó la novela gráfica Ranitas, un trabajo autobiográfico en el que reconocía la influencia de esas películas, que llegó a manos de Stoll. El director convocó al dibujante y le contó que tenía un proyecto cinematográfico al que lo quería invitar, y que terminaría siendo El tema del verano.
De la novia de Neymar a una película “infilmable”
El primer trabajo de Peruzzo con la película fue el de dibujar arte conceptual y storyboards, las imágenes (que tienen bastante de viñeta de cómic) con las que se previsualizan las posiciones y movimientos de cámara antes de filmar, un recurso habitual sobre todo en películas con efectos especiales o que involucran acción, de las que no suelen hacerse muchas en Uruguay.
Involuntariamente, Peruzzo también se convirtió en un documentalista de las distintas versiones del guion de El tema del verano, una película accidentada, que tuvo un proceso de más de una década de trabajo, y que mutó a medida que aparecían o desaparecían los dineros.
En diálogo con El Observador, Peruzzo cuenta: “la primera versión en la que yo laburé era sobre cuatro amigos que se iban de vacaciones a Brasil. La película en ese momento tenía un apoyo de Brasil, entonces la protagonista femenina iba a ser una novia que tenía Neymar en esa época, era como una cosa medio extraña. En un momento tenía un poco de plata de Argentina que se cayó cuando llegó Mauricio Macri al gobierno, después la plata de Brasil se cayó, entonces la película pasó a ambientarse acá en Uruguay. En un momento entra plata chilena, entonces uno de los personajes tiene que ser chileno, y en todas sus ideas y vueltas el guion iba cambiando. Pablo me decía, ‘todo lo que hicimos hasta ahora no sirve para nada’”.
Pocas de las subsiguientes versiones sobrevivieron en la versión final, que tuvo como complejidad agregada para su producción la llegada de la pandemia de covid-19. “Pablo me escribe y me dice ‘se murió, no se puede hacer, esta película es infilmable’”. Pero como buen zombi, revivió de la muerte y en una versión de menor escala, se hizo y se estrenó.
Para Peruzzo, el mayor aprendizaje del proyecto fue descubrir “el temple que tiene que tener un cineasta uruguayo”.
“Un autor de historieta pude hacer básicamente lo que quiera si consigue el tiempo y una editorial que le interese el proyecto, y en todo caso si no la encuentra puede editar de forma independiente. Es realizable sacar algo, y te lleva algunos meses. En el cine dependés de factores externos como que aparezcan fondos que nadie en este país tiene, y llevan mucho tiempo de trabajo. Entonces es un desafío seguir entusiasmado con el proyecto después de 7 años, yo no sé si podría. Empezaría a dudar”, consideró.
El dibujante considera que “los cineastas son maratonistas”, y entiende que es una empresa todavía más difícil dedicarse al cine en estos tiempos de atención híper fragmentada. “El cine se ha vuelto una excentricidad, el que va al cine es como el que colecciona vinilos, es algo casi analógico. Todo el mundo pregunta si está en plataforma o cuándo sale ahí”, reflexionó.
Por ese motivo, el historietista sentía como una injusticia que las ideas, las escenas pensadas y la visión original de la historia desaparecieran del todo. Y ahí llegó la idea de hacer la adaptación gráfica, que también terminó siendo un rescate.
La gran Robocop
Antes de que los formatos de visualización doméstica (del VHS en adelante) se hicieran comunes, una de las pocas opciones para “tener” una película, o poder revisitarla, era tener el cómic, un recurso que los estudios de Hollywood capitalizaron sobre todo entre fines de los 70 y principios de los 80, con sagas como Star Wars o Indiana Jones.
“En los 80 llegó a ser como una forma de arte en sí misma”, explica Peruzzo. “Si bien era siempre un producto comercial que tenían que hacer muy a las apuradas, hay algunas adaptaciones que son icónicas, como la de Alien, la de la primera Batman, o la de Drácula de Francis Ford Coppola. Pero después perdió el sentido y quedó obsoleto, ahora ya casi no se hace”.
El ejemplo particular que le propuso a Stoll fue Robocop 2. Antes de que se llegara a la versión final del guion que se terminó filmando, el autor Frank Miller (responsable de cómics clásicos como 300, Batman: el caballero de la noche, y Sin City) hizo una versión que se decretó “infilmable”, y finalmente lo adaptó como cómic en los 2000. Si bien le dio la razón a los que decían que era incomprensible, el punto que Peruzzo quería retener era que la adaptación no tenía que necesariamente ser idéntica a la versión que se estrenó en cines.
“El cine uruguayo en general no da como para adaptación a cómic porque es un cine de autor, muy doméstico, muy cotidiano. Uno no se imaginaría hacer un cómic de En la puta vida. Pero esta peli daba para eso y sobre todo había un montón de ideas que estaban buenísimas que iban a quedar afuera. Nos basamos en la segunda gran versión del guion, y tomamos cosas de todas las versiones anteriores o posteriores que a mí y a Pablo nos gustaban y queríamos incluir”, contó el coautor de esta versión complementaria.
Un viaje al detrás de escenas
Uno de los puntos más interesantes de esta adaptación es que además incluye un segmento en el que se repasan las distintas versiones del guion, el trabajo de Peruzzo como artista conceptual, el proceso de llevar un guion a la pantalla y los sobresaltos del proceso. Es un trabajo que no se suele ver (mucho menos en las películas uruguayas), y que aquí está resaltado y rescatado. Y que se complementa con las imágenes y los dibujos del propio backstage de la película que el dibujante hizo en una visita al rodaje.
“Estábamos en plena pandemia, a tal punto que creo que fue una de las primeras veces que me hisopé. La producción de la película gastó US$ 5.000 de alcohol en gel y no sé cuánto habrá gastado en hisopados porque tenía que hisopar a todo el mundo, todos los días, era un delirio. Estuve sacando apuntes, sacando fotos, y unos días después les mandé a un montón de ilustraciones de detrás de cámara, de cómo estaban maquillando zombis, en una playa llena de cables y equipos por todos lados”, recuerda Peruzzo. “Eso terminó quedando en los créditos de la película, y me dejó muy contento porque es un laburo que no suele verse. Entonces nos pareció que podíamos hacer un libro que tuviera las dos cosas”.
El historietista cuenta que intentó no ver la película mientras dibujaba para no influenciarse, más allá de que hubiera escenas repetidas entre ambas versiones. El otro desafío fue el de encontrar referencias para un género que no consume con frecuencia.
“La paso mal con las películas de terror. Recuerdo haber ido a ver Sexto Sentido, que es una peli de fantasmas suave, y la pasé horrible, me asusté”, relata. “Entonces tuve que buscar mucha referencia visual porque yo no lo consumía tanto. No dibujaba zombis, ni bichos de terror, ni tripas, ni cosas gore. Tratamos de mantenerlo a un nivel que no fuera excesivamente violento, la peli tampoco lo es, pero que tuviera como todo lo que suele pasar en el género, tripas, desmembramientos”.
“El tema con el zombi es que es amenazante cuando son muchos, entonces ahí ya se complica un poco”, agregó. “Hubo algunas viñetas que me llevaron un día y medio porque estaba dibujando a un zombi atrás del otro, tratando de que tuvieran todos un aspecto medio veraniego y que no repetir los diseños. Así que eso fue el desafío, buscar un montón de referencias de tripas y cosas del estilo. Fue muy divertido”.