-¿Alguno de sus hermanos pudo estudiar y recibirse?
-Solo una de las hermanas, que es maestra. Por lo general mis hermanos trabajan en la construcción y mis hermanas son amas de casa.
-¿Y dónde comenzó su actividad social?
-En la Iglesia, dando catequesis a los niños, ayudando al párroco, siempre en la parroquia del Barrio Borro, Nuestra Señora de Guadalupe. Y luego en el asentamiento donde me mudé, en la comisión para regularizarlo.
-¿Cuándo dejó la casa familiar?
-Me casé a los 22. A los 23 tuve mi primer hijo. Poco después se nos presentó la oportunidad de comprar una casita en un asentamiento por 500 dólares, en San Martín y Domingo Arena, barrio Tres Palmas. Fuimos a verla y era muy chiquita. Estaba toda tapada con chapas porque le tiraban piedras. No era linda. No tenía nada, ni luz, ni agua… era todo enganchado, por decirlo así. Pero dejábamos de pagar alquiler. Lo hablé con mis patrones. Llevaba seis años trabajando allí como empleada doméstica. Ellos me dijeron que no les parecía lo mejor comprar una casa así, pero ni yo tenía otra opción ni ellos podían prestarme más dinero. Me prestaron los 500 dólares, nos mudamos un 11 de febrero, a las 5 de la mañana. Ahí dejé de ir a trabajar como empleada porque no podíamos dejar la casa sola, no sabíamos cómo era el barrio, si nos iban a robar todo. Puse un almacencito. Tenía cinco paquetes de yerba. Los vendía y salía a comprar otros cinco. En el 98 o 99 tuvimos que cerrar porque ya se venía venir la crisis, la gente se estaba quedando sin trabajo y ya no se vendía nada.
Inés Guimaraens
Capillera en su casa
-¿Cómo se ganó la vida entonces?
-Los vecinos me pedían que ayudara a los niños a hacer los deberes. Y de a uno, se fue formando como una escuelita. Iba al centro a comprar las cosas que no se conseguían en el barrio: hojas cuadriculadas, compases… Al mismo tiempo, mantuve la actividad social. Los vecinos formaron comisión para regularizar el barrio. Mariano Arana, que era el ministro de Vivienda, les aconsejó formar una comisión y que fuera democrática, que tuviera elecciones. Y me eligieron presidenta.
-¿Lograron regularizar el barrio?
-Sí, después de muchos años de golpear puertas. Ahora tiene calles, saneamiento, iluminación, una plaza, viviendas dignas, salón comunal. Pero cuando se regularizó, el espacio que ocupaba mi casa no correspondía a una vivienda. Fui la presidenta de la comisión durante diez años y a mí no me tocó vivienda. Nos tuvimos que ir.
-¿A dónde?
-Acá. Al complejo San Martín II, que no está regularizado.
-¿Eso lo hace un asentamiento?
-Nunca lo llamamos así, quizás porque las casas son de material y no de chapas. Pero esa es la única diferencia. Estas viviendas eran del BPS y se entregaban a jubilados, pero la gente al poco tiempo las dejaba, porque acá no había nada: ni panadería, ni carnicería. La parada de ómnibus estaba lejísimos. La cañada Matilde Pacheco, que divide esta calle, se desborda e inunda todo. Los adjudicatarios se iban y durante un tiempo el Ministerio cuidó las casas con guardias. Pero finalmente todo quedó vacío. Una señora que tenía una de estas casas, nos la ofreció. Esto era paredes y techo, nada más. No tenía mesada, ni guater, ni ventanas, le habían robado todo. Pero la compramos y empezamos a arreglarla. Al mismo tiempo, los vecinos armaron una comisión y me eligieron vicepresidente para hacer lo mismo que en el barrio anterior, acá al lado, para regularizar, pero no hemos tenido la misma suerte todavía.
-¿Cuándo llueve se le inunda?
-La calle se transforma en un río y el agua entra a las casas del otro lado de la cañada. Acá, como estamos un poco más alto, el agua llega hasta el portón, pero no entra. Aunque si llueve mucho, a veces nos entra por el desagüe de la ducha.
-Es diputada. ¿Por qué no se muda?
-Primero porque no tengo la certeza de poder solventarme en otro lugar. Si todo el dinero que gano lo usara para mí, quizás podría. Pero yo ayudo a mucha gente y otros dependen de mí en el trabajo. Hay gente que trabaja conmigo en mi despacho y yo les pago de mi sueldo, porque la partida de secretaría que recibo no me alcanza. Yo tengo un abogado, un escribano en el despacho… no son sueldos bajos. Pero, además de eso, me daría mucha lástima dejar la casa, porque acá hay mucho trabajo. Acá están puestos muchos aguinaldos, muchos salarios vacacionales, muchas licencias y mucho trabajo de la familia y los amigos. ¡Cuando hicimos la planchada! Fue en 2013 con todos los vecinos ayudando, desde la madrugada hasta que cayó la tarde.
Inés Guimaraens
Capillera durante la entrevista
-¿Cómo imaginaba su futuro cuando era empleada doméstica?
-Siempre trabajé con gusto. Mis patrones me ayudaron mucho. Mientras fui soltera me vestían y me calzaban. Pero soñaba con tener otro empleo: trabajar en una oficina, en una tienda, en otra cosa. Me llevaba más de una hora llegar a Punta Carretas, ocho horas de trabajo y más de una hora para volver. Estaba once horas fuera de casa. Llevaba a mi hijo conmigo porque no tenía donde dejarlo. Una vez dejé y decidí probar en una fábrica, en la textil Hang Teng, hacíamos vaqueros. Me gustó también.
-¿O sea que su sueño no era ser diputada?
-No, nunca lo imaginé.
-¿Y cuándo se asomó a la política?
-Siempre me gustó el trabajo social y siendo empleada doméstica, me había presentado a concejal vecinal y fui electa. Mis patrones me dejaban salir antes cuando tenía reuniones. Mi hija me rezongaba porque yo no estaba nunca: llegaba tarde de trabajar y otra vez salía. Al mismo tiempo, los partidos políticos venían al asentamiento a traer juguetes, ropa, a ayudar. En 2010 empecé a militar en el Partido Nacional. Cuando venía la elección, con un grupo de vecinos, ayudábamos a repartir listas. Conseguíamos muchos votos.
-¿Es verdad que los políticos solo se acercan a los barrios cuando vienen las elecciones y están en campaña?
-Sí, es un hecho. Es algo que he tratado de revertir desde que asumí como diputada, de revertirlo yo y de hacérselo ver a los demás. Explicar que hay que estar siempre presente y no solo cada cuatro años.
-Su adhesión al Partido Nacional fue a través del Espacio 40. ¿El trato era con Javier García?
-Con él, con Juan Curbelo, Goñi, Da Silva... ellos estaban siempre juntos.
-¿Y qué pasó?
-En 2018 unos vecinos que siempre me había ayudado en la militancia, llegaron y me dijeron que veían que no valía la pena matarse en la campaña, repartiendo listas, recorriendo el barrio, si al final quedábamos siempre igual. Le trasladé eso a Javier. Le dije que la gente ya no quería militar.
-¿Se sentían engañados?
-Sentían que no los tomaban en cuenta, que solo servían para repartir listas. Y nosotros podemos hacer aportes. Cuando nos vamos del Espacio 40, había un partido nuevo, chico, dirigido por un militar retirado, el Partido Orden Republicano. Estábamos para sumarnos cuando mis vecinos me vinieron a avisar que Manini estaba en los trámites para ser candidato. Yo no lo conocía, no sabía de qué me hablaban. No sabía quién era. Cuando estás en los barrios, las leyes, los debates parlamentarios, todo eso, queda muy lejos.
Inés Guimaraens
Elsa Capillera durante la entrevista
-¿Desistieron de sumarse al Partido Orden Republicano y se sumaron a Cabildo Abierto?
-Decidimos esperar. Pasó enero, febrero, allí me visitó Eduardo Radaelli con otros dirigentes. Me dijeron que si yo me sumaba a Cabildo, la primera salida pública de Manini sería conmigo, acá, en el barrio. Y así fue. Un 3 de abril presentó el partido y el 6 de abril vino. Juntamos 200 personas, sin facebook, sin propaganda, solo boca a boca. Ahí empezamos a militar, a recorrer, a hablar con los vecinos. A fines de mayo me comunicaron que iba a encabezar una lista en las internas. Y fuimos la más votada en Cabildo, con 4.000 votos.
-¿Cuál fue su primera impresión de Manini?
-Muy bien. Amable, sencillo, normal.
-¿Y Radaelli?
-Lo mismo. Incluso me habló de todo su tema de Chile (su condena por el secuestro del ingeniero químico Eugenio Berríos, asesinado en Uruguay) y me dijo que si yo quería él me daba sus explicaciones. Yo no las necesito, le dije. Yo te conozco ahora, y quiero saber de vos a partir de ahora. Lo que pasó ya pasó y sobre el pasado no hay nada que se pueda hacer.
-En todos estos años trabajando en los barrios, ¿nunca le tentó sumarse al Frente Amplio?
-Nunca me llegó una invitación formal. Quizás si me hubiera llegado, hoy estaría militando en el Frente.
-¿No la separan cuestiones ideológicas importantes?
-Yo no lo siento así.
-¿Se sentiría igualmente cómoda?
-Sí. Capaz que es mi modo de ser.
-Volvamos a la elección interna en Cabildo. Usted fue la más votada.
-Sí. Llegamos a 4.000 votos y las otras tuvieron de 3.000 para abajo. Seguí trabajando sin saber que yo iba a encabezar una lista a diputados en las elecciones nacionales. Recién en octubre hubo un congreso, se eligieron autoridades del partido y una semana después me llamó Manini para decirme que era la primera candidata a diputado por Montevideo. No lo esperaba de ninguna manera.
-¿Imaginó que podía ser diputada?
-La gente que estaba conmigo me decía que ese era el objetivo. Repartimos 500.000 listas. Empezábamos a las cinco de la mañana y seguíamos hasta las dos o tres de la madrugada del día siguiente. Tenía que correrlos del local, porque querían seguir. La noche de la elección me fui a dormir porque no aguantaba la expectativa del conteo de votos. Al final fueron 23.271. Al otro día a las siete de la mañana el teléfono no paraba de sonar. No lo podía creer.
-¿Cuál era la ilusión de la gente con Cabildo?
-Lo micro, lo que cambia la realidad a la gente. Lo macro ya está todo hecho, diagnósticos hay a montones, pero en la cosa pequeña, en lo que de verdad le cambia la vida a la gente, no se piensa. También atender a los militares que son una población postergada. Pero la cosa se desorganizó. Nunca nos sentábamos a pensar todos juntos. No había donde reunirse. Yo fui la única que mantuvo su local y que siguió reuniéndose todas las semanas con su gente.
-¿Quién dirige el partido?
-No lo sé. No conozco. Nunca tuve una reunión con la directiva de Cabildo.
-Cuando se anunció que el dirigente RadaellI tendría su agrupación en la interna de Cabildo, se dijo que usted lo acompañaría.
-Sí, él lo hizo. Cuando pasó el tema de Irene Moreira en el Ministerio de Vivienda, mucha gente se enojó. Tratamos de explicarles que ella se había regido por una norma, que ahora una investigación istrativa dirá si estuvo bien o mal empleada. Pero a los ojos de la gente, ella no necesitaba usar esa norma para beneficiar a esas personas. Nosotros le pedíamos a todos que cumplieran con todos los trámites y formalismos para anotarse para una vivienda... y cuando pasa algo así, ¿qué les podés decir?
-¿Se sentía incómoda?
-Sí, claro. Porque la explicación que yo les daba a los militantes no tenía sentido. Ahí fue que Radaelli armó su Espacio de los Pueblos Libres, pero yo tampoco me sentía del todo cómoda allí. Yo quería mi propio espacio. Y Radaelli tenía muchos dirigentes, gente con cargos, pero pocas agrupaciones, poca gente. Radaelli me dijo que iba a armar algo grande, que iba a hacer un acto grande en Paso de los Toros y que allí mi agrupación, Purificación, se iba a sumar al Espacio. Fuimos. Llevamos mucha gente en ómnibus desde acá. Llegué, me senté y me puse a escuchar. Se nombraron a todas las agrupaciones presentes, pero no me dieron la palabra. Ni me nombraron. No porque fuera la diputada, sino porque en eso habíamos quedado. La gente había ido para escucharme, estaba esperando que se anunciara que nos sumábamos y que yo dijera unas palabras. Pero no pasó. La gente se fue enojada. Se rompió algo.
-Manini a su vez habló de "un caballo de Troya" dentro del partido.
-Exacto. Y yo dije que no estaba para estar en el medio de un problema que había entre ellos y que me iba. Pero algunas agrupaciones del interior me pedían que volviera, que me quedara. Un dirigente del interior se instaló tres días en Montevideo para que volviera. Y volví, pero ya no fue lo mismo. Ni siquiera sabíamos con qué ideas salir a pedir el voto. No hay propuestas. Todo se postergó demasiado, y yo no puedo esperar porque estoy todos los días en la calle y la gente me pregunta.
-O sea que estaba decidida a dejar, pero todavía no tenía dónde ubicarse.
-Exacto, estaba decidida a no seguir allí… Tuve propuestas de todos los partidos, que agradezco y me honran. Pero justo apareció Andrés.
-¿De dónde lo conoce a Ojeda?
-Él era edil y yo era concejal de esta zona. Hablábamos mucho en la Junta Departamental.
-Uno no asocia mucho el perfil ideológico de Cabildo con el de Ojeda.
-No.
-Dentro del Partido Colorado, por ejemplo, Zubía aparece como una alternativa más cercana.
-Claro. Lo que pasa es que Andrés es nuevo en la política. Es mediático, pero políticamente se está haciendo conocer. A mí me gusta eso que tiene de estar cerca de la gente. Y cada vez que lo llame por un tema jurídico, me supo explicar las cosas.
-¿Lo consultaba como abogado?
-Sí. Porque hay cosas que a mí no me convencen, por más que me den diez charlas. Por ejemplo, que un padre que viola a su hijo tenga dos años de prisión y cumpla un año y después ya tenga libertad vigilada... ¡No me entra en la cabeza! En muchos de esos casos yo lo llamaba a Andrés para que me explicara, para ver si no había algo que se pudiera hacer.
-¿Y qué le decía?
-Me explicaba los códigos, las leyes. No me convencía del todo, pero me dejaba un poco más conforme. Un día me llamó y me dijo que tenía algo para decirme. Arreglamos para almorzar en el Palacio. Me dijo que estaba armando un espacio y que quería que me sumara. No me lo esperaba.
-Difieren en muchas cosas: aborto, eutanasia, plebiscito sobre deudas.
-Sí, pero son más las coincidencias. En todos esos puntos en los que diferimos nos pusimos de acuerdo en ese almuerzo: cada uno tendrá sus posiciones y se respetaran. Si el Partido Colorado vota algo con lo que yo no esté de acuerdo, yo no lo votaré. No es como el Frente Amplio que no tiene libertad de acción sino disciplina partidaria.
-Podemos repasar cuáles son esos puntos en los que no están de acuerdo:
-Aborto, eutanasia, ser pro vida, pro familia, el tema de la Agenda 2030: usted sabe que yo no me vacuné y no lo pienso hacer.
-¿No cambiaron sus convicciones en ese punto?
-No. Y creo que hoy muchos me han dado la razón.
-¿Está segura?
-Sí. Creo que faltan estudios. Y tenemos mucha gente fallecida sin explicación. Para mí lo que faltó fue advertir de las contraindicaciones que podía tener la vacuna, según las enfermedades de cada persona. Ahí estuvo la falla. Pero yo respeto mucho a quien se vacunó y valoro al mil por ciento la libertad que nos dieron de hacerlo o no, y la de salir a la calle durante la pandemia.
-O sea que en ese punto comparte los puntos de vista del abogado Gustavo Salle, por ejemplo.
-No, tampoco tan así. Tan radical no. Si yo tuviera 75 años y alguna enfermedad, capaz que me hubiera vacunado.
-¿Habló con el ministro Salinas en aquel momento? Eran compañeros de partido.
-Sí. Y estaba muy enojado conmigo. No entendía la libertad que tenemos. Y después hubo gente que se tomó para la broma mi fe en la Iglesia ante la pandemia. Ningún santo se salvó por creer en Dios, lo tengo claro. Pero si creo en mi inmunidad natural y así me quiero mantener, mientras pueda.
-¿Las otras vacunas las tiene?
-Todas. Y mis hijos también. Mi hijo no se dio la del covid, pero mi hija sí.
-¿Lo discutieron en familia?
-Sí. Y mi esposo también se vacunó. Mi hija sufrió muchísimo con eso: me decía que yo estaba muy expuesta porque andaba mucho entre la gente, iba todos los días a las ollas populares a llevar comida.
-Gente de Cabildo me ha dicho que usted se fue, pero sus votos no se irán.
-Veremos. Domenech dijo que soy insignificante. Por suerte falta muy poco para la elección y ahí se sabrá si es así o no. Por eso me gusta encabezar una lista, porque los votos quedan bien claros.
-¿Con Ojeda volverá a tener esa oportunidad?
-Sí, voy a encabezar una lista a diputados, la mía. Yo quiero repetir como diputada, porque eso significa mantener la voz de la gente en el Parlamento.