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31 de diciembre 2024 - 5:00hs

El escritor Pablo Cohen está de zafra. Los indomables, su último libro que tiene como entrevistados a José Mujica y a Lucía Topolansky en conjunto, lo tiene saltando de medio en medio intentando explicar qué hay detrás. No porque sus libros no tengan repercusión —lleva escritos 15— , pero este suscitó un interés particular, sobre todo un comentario de la expresidenta que sacudió este de por sí ajetreado diciembre.

De todos modos, no se trata solo de lo que dijo Topolansky —que fue que testigos de delitos de lesa humanidad de la dictadura mintieron para "obtener condenas" de exmilitares—. Esta es, además, una entrevista sobre la entrevista, el género periodístico que al autor elige una y otra vez para retratar la esencia de la historia.

Sobre su forma de trabajo, el vínculo con los entrevistados y las sorpresas que se llevó en el proceso habló en esta entrevista con El Observador.

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¿Esperabas este nivel de repercusión?

En general mis libros tienen buena repercusión, pero yo no esperaba el que tuvo este. Acá hubo dos cosas que me llamaron la atención: la primera fue que se internacionalizaran las repercusiones, y lo segundo, que pasara de un terreno periodístico práctico a un terreno político, partidario y judicial. El tipo de repercusión fue inesperado. Pero no tengo ninguna queja.

Escribir otro libro sobre José Mujica es un desafío enorme, por el alto perfil que tiene, parecería que está casi todo dicho. Cuando te planteaste hacer una entrevista en conjunto con Lucía Topolansky, ¿dónde veías el mayor desafío?

Cuando vos estás en una redacción, si un colega de otra redacción dio una noticia, perdiste. Pero si entrevisto a una persona antes que vos, no perdiste. Vos podés entrevistarlo en el lugar número decimonoveno y tu entrevista se hace mucho mejor. Que hubiera otro libro de Mújica no me preocupaba. Yo les dije, justamente, que quería que este fuera el primer libro de entrevistas en el que los dos sean protagonistas. No había un libro en el que ella fuera protagonista, hablando en primera persona. Cuando ellos aceptaron, yo no tuve dudas de que iba a ser distinto.

El desafío era periodístico, porque estaba primero en establecer el tono adecuado y después en hablar de un montón de cosas que a mí me interesaban. Narrar la infancia aristocrática de Topolansky, como manera de explicar los dos Uruguay distintos de los que provienen. Y encontrarme con un montón de sorpresas políticas. Mi desafío era escribir bien, porque la edición en un libro de entrevistas es más importante que las propias entrevistas. Fue un desafío técnico, la escritura, la edición, en qué orden iba cada pregunta, los textos con los que se abren el primer y el último capítulo, ¿no? Hacerle honor a los dos textos que enriquecen el libro, que son el prólogo de Carlos Pagni y el epílogo de Raúl Castro. Y después, más adelante, al final del proceso, fue emocional, porque uno escribe para los lectores pero se encariña, entonces después de un año con ellos no era fácil entrevistarlos en una cama de hospital. Mujica pasó a tener internación domiciliaria. No fue fácil. Yo soy fiel al lector y escribo para el lector, no puedo caer en corporativismos pro-periodísticos o pro-entrevistados, pero al mismo tiempo uno siempre se encariña con los entrevistados y más si pasan por circunstancias de vida tan difíciles.

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El libro se llama Los indomables, Topolanksy - Mujica: ¿elegiste ponderarla a ella?

No es que decidí ponerla en un lugar determinado, sino que simplemente dije: la sociedad debería conocer el lugar que tiene y que no se le reconoce. Muchas veces por perfil bajo deliberado. Creo que hay dos mujeres que los últimos 40 años han sido claves para la política nacional y han tenido un perfil bajo deliberado: una es Lucía Topolansky y otra Julia Pou.

Lo de perfil bajo es discutible, porque Lucía Topolansky llegó a ser vicepresidenta.

Pero perfil bajo en relación a lo que podría tener. No un perfil bajo absoluto, sino relativo a lo que podría ser, siempre mostrándose como compañera.

¿Creés que fue opacada por la figura de José Mujica?

No, no, no, para nada, porque ella no lo considera así y yo no tengo por qué contradecirla. Eso es como cuando le preguntás a cualquiera: si la persona te dice que no, no.

Pero una cosa es la autopercepción y otra cosa es cómo te ven otros, ¿no?

Sí, pero no creo que haya sido opacada. Yo creo que es como empezar a dividir artificial o intelectualmente cosas que están unidas. A mí me gusta más McCartney que Lennon, pero juntos eran dinamita. No podés pensar en uno sin el otro, entonces creo que han jugado un rol muy específico en distintos momentos, y que él es más carismático y el perfil alto que tiene ha sido producto también de de un montón de circunstancias. Creo que Topolansky no se había mostrado en toda su dimensión, todo lo que tenía para decir.

La mayoría de tus libros son entrevistas. ¿Por qué otra vez este género?

Primero por una circunstancia laboral: cuando yo era chico, Miguel Arregui —exjefe de redacción de El Observador— me dijo que a partir de ese momento tenía que hacer solo entrevistas, porque decía que uno tiene que hacer solamente lo que hace muy bien, no lo que hace bien. Yo me molesté en ese momento, quería hacer otras cosas. Al final negociábamos: me dejó seguir escribiendo de NBA y de cultura, pero sobre todo entrevistas, entrevistas, entrevistas. Y en realidad a mí me encanta el género, me fascina. La entrevista da una intimidad muy particular que te permite dar noticias todo el tiempo de una manera más natural de lo que sería dar noticias convencionalmente. Te permite conocer al entrevistado de una manera que en ningún otro género, sea reportaje, por ejemplo, o perfil escrito, podés. Es un género que si está bien técnicamente, es muy disfrutable. Pienso mucho en el lector común, en que mis libros sean lo más vastos posible, que lleguen a la mayor cantidad de gente posible sin perder calidad.

Pablo Cohen

Cuando hablás de la entrevista bien hecha técnicamente, ¿a qué te referís?

La entrevista tiene un montón de requisitos que no es la transcripción de un diálogo, consiste en recoger la esencia del entrevistado, que tiene hondura psicológica, que tiene sensibilidad, que podés cambiar de orden las respuestas y las preguntas, podés agregar una repregunta donde no la había, podés usar sinónimos y quitar respuestas enteras pero dejar la esencia. Requiere rigor y calidad técnica. No es agarrar un grabador, desgrabar y transcribir. Y otra cosa muy importante es la intuición, porque vos sabés ya cuando desgrabás qué cosa es reiterativa.

Decías que la entrevista es un género que te permite muchos titulares, ¿cómo titularías un diario con tu libro? ¿Cuál de esas noticias que te dan las entrevistas elegirías?

No, es horrible hacer eso porque... claro, entendeme, es un año de trabajo, me cuesta mucho. La noticia es: “Hay un actor político principalísimo en Uruguay que se llama Lucía Topolansky, pasen y vean”. Después se puede elegir 20 títulos o 20 cosas fuertes, pero a mí me gustaría que el título mostrara la esencia.

Te lo pregunto porque con la repercusión que tuvo el comentario que hizo Lucía Topolansky, que incluso en el libro se refleja tu sorpresa con un Guau como reacción. Cuando salió el libro no te parecía que la repercusión iba a venir por ese lado, ¿no?

Yo pensé que iba a dar más que hablar lo que dijo Topolansky respecto a que los desaparecidos eran un puñadito. ¿Qué sucede? Cuando escribís un libro, no conviene hablar del contenido. ¿Por qué? Porque todo lo que digas es una simplificación. En un año te digo bien lo que me parece que tiene más valor, con mayor imparcialidad. Yo no hablo de los contenidos, si me preguntan mis colegas hablo, pero si no, no. ¿Sabés qué me gusta? Que cada lector elija su su propio titular, su propia aventura.

Dadas las repercusiones, ¿te quedaste con esa sensación de que te quedaron preguntas por hacer?

No, porque yo pensé mucho antes de lanzar las preguntas. Cada cuestionario me llevaba días, no horas. Días, días, días, días. Y después, cada vez que yo repreguntaba algo fuera de la agenda o que se abría una puerta, tenía tiempo para esas repreguntas. En un momento temí que eso ocurriera, porque el cáncer es una cosa terrible, la radioterapia también. Podés estar bien del cáncer y tener efectos secundarios de la radioterapia. En septiembre dije: bueno, el libro está bien pero me falta un último capítulo para que esté como con el nivel que creo que debe tener. ¿Podré hacerlo? Lo tengo que poder hacer. Y al final nos juntamos el 7 de setiembre e hicimos el capítulo final, y yo terminé de escribir a principios de noviembre. Entonces cuando hice ese último capítulo, que es el que más te moviliza, ahí es cuando te vas a dormir tranquilo. Me pude ir a dormir tranquilo.

Pablo Cohen

Algo que me llamó la atención es la cantidad enorme de referencias que traés en las preguntas sobre autores, políticos, filósofos, algunos muy conocidos y otros no tanto. ¿Qué efecto buscás cuando les traés a colación esas referencias a los entrevistados?

Soy una persona que tiene una formación primero que nada cultural y soy periodista y escritor, entonces para mí es muy natural hablar con ellos de escritores y de políticos que iro o forman parte de mi día a día. Es volcar lo que yo más disfruto hacer en una charla y que sea natural, nada de pretensión intelectual, pero hablar con gente de Leopoldo Lugones o de Borges o de Theodore Roosevelt me parece fantástico, de Yupanqui, ¿no? No es que busque nada en particular, hablo con naturalidad de temas que para mí son naturales. Lo que creo es que cuando el lector lee eso, me cree y les cree, porque dicen, “ah, esto es natural”. Decía Robert Louis Stevenson, que era uno de los grandes ídolos de Borges, un cuentista espectacular, que detrás de la magia hay poleas, pero que las poleas no se pueden ver, ¿no? Y Richard Ford, que es un gran escritor americano dice que detrás de esa naturalidad que a usted le gusta hay mucho trabajo. Y Borges es una especie de ventana para hablar de otros temas. No se trata de tirar pretenciosamente citas sino de hacerlos dialogar. Es en mi manera natural de entrevistar. Después, si el entrevistado no se entusiasma o no hace la conexión que le propongo, probablemente eso no esté reflejado en el texto final.

Después de toda la repercusión que tuvo el comentario de Topolansky sobre los militares, ¿tuviste la oportunidad de hablar con ellos?

Hablé con dos o tres personas claves de su entorno durante el proceso y con ellos, seguí hablando con gente de su entorno, que fue fundamental y he estado en o permanente. Pero después de esto, por Whatsapp, porque Lucía Topolansky no tiene registrado a nadie en el celular. Creo que han tenido mucha honestidad intelectual y han sido muy firmes, porque nunca renegaron de nada de lo que dijeron.

Topolansky dice en una carta a Familiares que si hubiera visto el borrador hubiese pedido sacar ese comentario de ella. ¿En algún momento les ofreciste a ellos ver el borrador?

No, para nada.

¿Y ella en algún momento te pidió dejar afuera algo?

No, tuvieron un espíritu liberal ejemplar. En esa carta también dice que no se retracta, que vio lo que dijo y que si querían detalles podría darlos. He escrito un montón de libros. Los tres entrevistados más liberales que tuve, menos invasivos, fueron Lucía Topolansky, José Mujica y Julio María Sanguinetti, protagonista del libro Habla Julio. Nunca se metieron. Nunca, en nada. Impresionante.

Hagamos el ejercicio: ¿qué hubieses hecho si te hubiera pedido eliminar el polémico fragmento?

No, porque no lo hizo. No vamos a hacer ejercicios contrafácticos. No lo hizo y le agradezco que no lo haya hecho. Y no me voy a meter en el terreno político, porque soy periodista y escritor, que de política hablen los políticos. Le agradezco a Lucía toda la buena disposición que mostró y el espíritu liberal. Nunca, nunca pidió nada. Fue, realmente, excelente entrevistada.

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