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Escribir para niños: entre la creatividad y la rigurosidad literaria
Para empezar, los autores consultados tienen claro que la buena literatura infantil es directamente buena literatura. Y se paran firmes allí.
“La buena literatura para las infancias debe ser literatura, o sea: arte”, explica la escritora Virginia Mórtola. Ella, ganadora del Premio Nacional de Literatura, referente y nombre obligado a la hora de hablar de este tema, asegura que escribir para niños y niñas tiene que ofrecer “una experiencia artística” con todo “lo que eso implica”.
Para el autor Alejandro Ferreiro, escribir para niños también implica tener en cuenta la dimensión del arte y se realiza "igual que un libro de adultos”.
“Para mí no es otro lenguaje ", dice, y amplía que de sus libros infantiles "podría decirse que pecan de usar el mismo lenguaje que uso para los otros libros".
El desafío, entonces, no está en cambiar radicalmente el idioma, sino en conectar con el lenguaje de ese tipo de lector. Ferreiro explica que la literatura para niños "tiene que tener lo mismo que tiene para un adulto, una historia que te atrape, una manera con de contar que es atractiva y que engancha, una historia que se entienda, una historia que rebote dentro tuyo de alguna manera y haga eco con tu vida". Pero, aclara, con los niños "tenés que un poco remitirte a cómo eras vos a los seis años y qué tanto habías visto del mundo como para no plantearte más que un niño".
La búsqueda tiene que ver con la forma de contar. Camila Guillot, directora editorial del Planeta Uruguay, resalta el papel fundamental del lenguaje y de la narración oral: "En un libro álbum sabés que los lectores van a ser, en realidad, quienes le lean a ese niño. El niño va a comprender a través de las imágenes y por eso es muy importante el lenguaje de la ilustración ahí". Por eso, explica, "tenés que comunicarle a los padres o a los adultos que vayan a leer ese libro, darle las herramientas para que puedan contar la historia que vos estás queriendo contar, permitiendo que ellos completen un poco desde la narración oral".
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Ignacio Martínez, escritor infantil de larga trayectoria, coincide en que la calidad literaria no cede: "Hay que generar una gran dedicación, una gran rigurosidad en lo que escribimos para buscar un lenguaje que le llegue a los niños, como también a los adultos, por supuesto. Que los temas sean tratados con la suficiente habilidad como para que atrape al lector". Señala que las reglas para seducir al lector "se repiten en una edad y en otra, si al niño tú no lo seducís en las primeras páginas, igual que al adulto, el libro se cierra y no se vuelve a leer". Y parafrasea al escritor uruguayo Paco Espínola: "A los niños hay que darle buena literatura, porque de la mala se encargan ellos".
Martín Otheguy, también escritor que dedicó buena parte de su obra al público infantil y juvenil —faceta que además llevó hasta el rubro periodístico como editor del suplemento para niños Gigantes de La Diaria—, apunta que los temas de la literatura son universales y atraviesan edades.
"En los temas no hay diferencia. Se pueden tratar todos los mismos", dice. En todo caso, la diferencia está en "una cuestión de tono, de cuántas capas de significado podés ponerle a un libro que vaya a ser interpretado, que vaya a ser captado por alguien que todavía no tiene tantas herramientas como un niño". En definitiva, asegura, "los temas de la literatura son los mismos: el dolor de crecer, la muerte, el amor, la familia, todo eso corre para niños y para adultos".
Guillot sintetiza el proceso creativo y el valor artístico de la literatura infantil: "Es como cualquier libro. Puede salir de diferentes lugares, pero históricamente, naturalmente, sale de las ganas del escritor o escritora de crear. Entonces ya es artístico de por sí". Y reconoce que, pese a su importancia, "se lo da más por hecho”.
“Se piensa que cualquiera podría escribirlo porque es cortito. Ni ahí", asegura.
Queda claro: la literatura infantil exige tanto rigor como imaginación. Es un lenguaje pensado para construir puentes entre adultos y niños, entre palabras e imágenes, para que la lectura sea una experiencia.
Entre lo visible y lo invisible: qué hace que un libro infantil sea especial
El desafío que enfrentan los autores, como explica Ferreiro, es conectar con una experiencia distinta. Para que esa conexión funcione, Martínez plantea que “un buen libro es aquel que atrapa al niño, que lo seduce, que lo convence de que se meta en la historia,” y que deje una huella más allá de las palabras, “que en la última página, cuando cierra el libro, sea residual, le queden cositas. No moralejas, no didactismo, cositas como para sentirse bien o mal, o lo que sea que se sienta”.
Mórtola asegura que un libro que apunta a lectores infantiles debería “abrir la página al territorio de lo posible, que las palabras sean remos o cantos de pájaros, entrar en una aventura donde se puedan correr riesgos, enredarse en el tejido del texto, sufrir y alegrarse con los personajes, decodificar imágenes, navegar la incertidumbre y sobrevivir cuando llega el fin. Debería ofrecer un vaivén entre el afuera y nuestro interior, entre lo conocido y lo desconocido, ampliar las preguntas y ensanchar el mundo.”
Para que la seducción se concrete, Julián Ubiría, director editorial de Penguin Random House Uruguay, subraya la importancia de la empatía: “Cuando se genera empatía con el niño a través de los personajes, a través de la historia, a través del uso del lenguaje, cuando hay una cuestión honesta, sincera y cómplice con el niño, es cuando se genera la magia”.
Esa magia difícil de definir es señalada también por Otheguy, quien insiste en que un buen libro “tiene que tener un sentido de lo maravilloso”.
Esa fascinación que provoca misterio y despierta la curiosidad infantil es la que hace que libros clásicos y contemporáneos permanezcan vivos: El Mago de Oz (Frank Baum), El Principito (Antoine de Saint-Exupéry), y obras uruguayas como Martina Valiente (Federico Ivanier) o El Sapo Ruperto (Roy Berocay).
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El librero y periodista cultural Fernando Medina se pliega a la idea de que “la literatura es una sola, dirigida a niños o no, y que lo bueno es imposible de definir”. Reconoce que los editores buscan “un buen autor” y coinciden en que “un buen libro no subestima al lector ni trata de disciplinarlo”. Al repasar clásicos como Alicia en el país de las Maravillas, Peter Pan, o Harry Potter, observa que no hay elementos concretos universales, sino “logros de la imaginación,” “nuevas formas,” y “personajes que muchos lectores eligieron para que se queden”. Así, concluye que “la buena literatura infantil es la que también leen los grandes y, en todo caso, la que prepara a esos primeros lectores para los otros libros, los de toda la vida, suponiendo que nadie lee La caída de Camus a los ocho años”.
El interés por la literatura infantil en Uruguay se refleja en las estadísticas de la Biblioteca Nacional. Según un informe reciente, en 2023 los libros infantiles representaron el mayor porcentaje entre las solicitudes de registro de títulos por contenido, alcanzando un 23%, superando a la novela (20%) y a los libros universitarios (16,6%).
Entre 2019 y 2023, la mayoría de los géneros literarios experimentaron variaciones anuales: mientras los libros universitarios y las obras de teatro mostraron un aumento constante, el crecimiento general en 2023 estuvo impulsado principalmente por la novela (13 %), libros universitarios (17 %), publicaciones oficiales (35 %) y teatro (75 %). En contrapartida, la participación de otros géneros como el cuento (23 %), la literatura infantil (15 %), el ensayo (9 %) y la poesía (13 %) disminuyó.
En este contexto, la Cámara Uruguaya del Libro dio un paso significativo en marzo de 2025 con la creación del Premio Bartolomé Hidalgo Infantil y Juvenil. Esta distinción busca fomentar el desarrollo de la literatura para niños y jóvenes, reconocer su valor y otorgarle una mayor visibilidad, destacando la producción nacional en estas categorías.
A esta iniciativa se suma la 23.ª Feria del Libro Infantil y Juvenil de Montevideo, que se llevará a cabo del 26 de mayo al 8 de junio en la Intendencia de Montevideo, con entrada libre y gratuita.
“Celebro que los Bartolomé y la Cámara Uruguaya del Libro haya separado ese premio de la literatura adulta, que los haya institucionalizado dentro de la feria del libro infantil y juvenil. Eso está buenísimo. Puede llegar a generar un impulso para los autores a presentarse”, dice al respecto Valeria Tanco, directora del Instituto Nacional de Letras.
Sin embargo, la jerarca advierte que aún hay desafíos por delante: “Siento que en Uruguay no acompañamos los vientos. Creo que tenemos una sensación de que (el auge de la literatura infantil y juvenil) es algo que pasa afuera, que nos es ajeno. Y seguimos dividiendo”.
Por otro lado, Tanco destaca el creciente protagonismo de las autoras juveniles, quienes “se autogestionan, que tienen una fuerza impresionante y allá van, dándose cuenta de que el mundo es uno solo y que sus lectores no están solo acá, sino en todos lados”. Menciona también el rol de editoriales y sellos locales que apuestan a ese tipo de libros, aunque sostiene que “hay que trabajar para que cuando venga una ola a nivel mundial podamos sumarnos e ir juntos.”
Mórtola también coincide que la internacionalización de los autores nacionales podría potenciarse más.
“Fue muy bueno cuando Uruguay tuvo stand en la Feria del Libro de Bologna, ojalá vuelva a tenerlo porque es fundamental. Algo que aún está débil en nuestro país, es la profesionalización de los autores. Escribir e ilustrar son trabajos que muchas veces quedan opacados por la pasión que algunos artistas le ponemos a nuestra tarea. Es hermoso publicar y compartir espacios con los lectores; son muchos los aspectos afectivos que se ponen en juego; pero lleva mucho tiempo y energía, y ceo que la mayoría de los autores somos escritores, difusores, agentes; todo en uno”, explica.
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El peso del 30%: la literatura para niños y jóvenes en el mercado nacional
El mercado de la literatura infantil en el mundo está marcado por una dinámica en la que los niños, aunque destinatarios finales, no suelen ser los compradores directos.
Los anteriores datos de la Biblioteca Nacional, según Leonardo Silveira, librero de Pocitos Libros, reflejan lo que él ve a diario en su librería en Montevideo. En efecto, hay una oferta que a veces supera la demanda. “Hay un incremento en la venta de literatura infantil en los últimos años”, dice y advierte que “hay demasiada más oferta que la demanda”.
En ese ecosistema, Guillot, de Planeta Uruguay, destaca el rol de los adultos como actores clave. “Los niños siguen siendo muy lectores y los adultos y los actores en general, desde tutores, maestros, maestras, referentes,” impulsan la lectura infantil. Reconoce además que los fenómenos digitales, como los youtubers, se traducen en productos editoriales. “Las grandes empresas van buscando contenidos que puedan ser llevados a libros. Son acercamientos para niños que están mucho más pantallizados”.
El mercado también se sostiene en la creatividad local. Guillot celebra que Uruguay “es un país de muchos escritores e ilustradores, hay mucho talento”, mientras que Silveira menciona autores uruguayos que han ganado terreno, como Virginia Mórtola o Sofía Aguerre, cuyas obras se usan incluso en escuelas.
Julián Ubiría, de Penguin Random House Uruguay, contextualiza la realidad nacional en un marco internacional: “En buena parte del mundo, la literatura infantil y juvenil abarca más o menos el 30% del mercado total de libros, Uruguay tiene un esquema muy parecido”. Sin embargo, resalta que “el autor nacional sigue siendo un elemento clave”, reforzado por la presencia en escuelas, ferias y bibliotecas, junto con el trabajo de docentes y prescriptores.
La evolución tecnológica y global también influye en este mercado. Alejandro Lagazeta, responsable de las librerías Escaramuza, La Lupa y de la editorial Criatura, comenta cómo la industrialización y la deslocalización de la producción en países como Bangladesh y China permitieron “un boom de editoriales independientes” y que “el mercado infantil no para de crecer. Guillot observa que a nivel internacional se transfiere mucha producción de escritores de plataformas digitales como Wattpad al libro físico, aunque en Uruguay esa tendencia es menos marcada.
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Desde los autores también hay consenso sobre el interés de parte del mercado y los lectores.
Mórtola, por ejemplo, está convencida de que “estamos en un buen momento” y se describe como “optimista”.
“Hay escritores y escritoras, ilustradores e ilustradoras de gran nivel, que están publicando aquí y en el exterior. Las editoriales están siendo conscientes del cuidado narrativo del objeto libro en su totalidad. Aparecen opciones de formación. Hay lectores, siempre hay lectores a pesar de los discursos apocalípticos. Visito escuelas, ferias de libros, y allí me encuentro con niñas y niños ávidos de historias. Las infancias necesitan a los adultos como mediadores amorosos y entusiastas que compartan libros con ellos. Estoy segura de que ningún niño se resiste a compartir el tiempo y sentirse querido. Y compartir lecturas ofrece esa posibilidad. Depende de nosotros, de cómo construimos su camino lector”, dice.
El interés por escribir literatura infantil parece alimentar a su vez la oferta, según Martín Otheguy, quien percibe “un interés de la gente por escribir, y el libro infantil tiene una parte de esa sobrevida que no existe en los libros para adultos”. También señala que aunque se lee mucho más literatura internacional, “hay un interés genuino en la lectura” entre niños y niñas, en gran medida impulsado por “esa cuestión aspiracional de padres, madres, educadoras” que valoran la literatura como herramienta de desarrollo.
Tanco diferencia los niveles de desarrollo entre la literatura infantil y juvenil en Uruguay: “La infantil está en un nivel de producción, de estabilidad. Tiene un desarrollo, nombres, algo que incluso es más potente que en la literatura para adultos”. Pero reconoce que “la literatura juvenil en el mundo es reina absoluta y tiene un éxito brutal, ahí tenemos un debe”. Destaca además el valor de los libros álbum, que “son los más fáciles de internacionalizar,” gracias al talento de los artistas gráficos locales.
Medina describe un mercado “salvajemente competitivo” en librerías, donde conviven “libros álbumes; blockbusters como Isadora Moon, Stilton o El diario de Greg; libros que no son libros sino objetos o juegos”. Aun así, reconoce la vigencia de autores nacionales y el surgimiento de librerías especializadas que contribuyen a una industria infantil “relativamente nueva,” en la que autores y editores “están básicamente aprendiendo,” pero con un futuro prometedor donde la literatura local se posicionará con fuerza.
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La primera infancia: el núcleo sólido del mercado de literatura infantil
La literatura infantil encuentra en la primera infancia su público más sólido y entusiasta. Guillot sostiene que “el libro álbum y las primeras infancias y primeros lectores” son claves en Uruguay, donde “hay un gran interés de ir mechando el libro ahí, de ir adoctrinando pequeños lectores”. Este acercamiento temprano busca preparar el camino para etapas posteriores, cuando “para niños más grandes, ya más en edad escolar, funciona lo que después sirve para enseñar, algo más didáctico”.
Leonardo Silveira coincide en que la franja que más vende corresponde a “los chiquitos de dos años hasta seis”, con libros álbumes “grandes, con mucho color”. Sin embargo, también señala que la lectura continúa entre los mayores: “los que después pasan a leer más son los de 10 y 12, por ahí”, aunque con diferencias por género: “en los adolescentes son más las chiquilinas que los varones. Los varones te leen entre 10 y 12, después de los 12 se ponen más vagos”.
Lagazeta aporta una mirada crítica sobre el vacío existente entre los 6 y 11 años, cuando “no hay forma de que los pibes consuman libros”, aunque destaca que se vende mucho en los primeros años. Sobre los adolescentes, resalta la influencia de la explosión mediática y las redes sociales, que traen “paquetes de sagas y cosas que ni siquiera entendemos, ondas muy fuertes recomendadas por TikTok”. Esta situación “genera una privatización del interés,” con estrategias digitales para captar la atención como el nuevo fenómeno de los booktubers.
Ubiría observa que aunque “la división por edades a veces es meramente orientativa”, la franja del libro álbum, para prelectores de “tres, cuatro años hasta 6 u 8”, sigue siendo la más consistente. En cambio, cuando los niños crecen y se acercan a novelas para los 10 o 12 años, “empieza a tener un poco más de competencia con otras cosas que vienen de otros países”.
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Cómo la generación de los 90 marcó el camino y qué aportan los nuevos escritores
La literatura infantil y juvenil uruguaya se sostiene sobre una generación emblemática de autores que marcaron un antes y un después. Guillot recuerda a figuras como Helen Velando y Roy Berocay, quienes “se volvieron muy típicos de la literatura juvenil e infantil” y reconoce que “no volvió a haber una generación referente fuertísima”. Sin embargo, apunta que muchos de estos autores “siguen escribiendo esos libros”.
Esta vigencia de la generación pionera se percibe también en la oferta actual. Silveira señala que “el Sapo Ruperto sigue estando demandado” y que Susana Olaondo sigue sacando libros y funciona muy bien. Asimismo, identifica a autores juveniles como Federico Ivanier, Sebastián Pedrozo y Horacio Cavallo, así como a varias autoras que han tenido éxito en la literatura juvenil.
Rocío Schiappapietra, actual directora de la Biblioteca Nacional, agrega que la conexión con el contexto local es fundamental para el éxito sostenido de estos libros. “Creo que tiene que ver y además es importante que esos libros tengan fuerza y estén presentes”, lo que garantiza su lectura generación tras generación.
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Ubiría recuerda la influencia de Ana María Bavosi y la colección Libros para pensar y disfrutar de los años 90, que lanzó a autores emblemáticos. Señala que “esa generación inicial sigue siendo muy clásica”, pero que “los nuevos autores, que también son muy buenos y propositivos, se suman”, aunque “no hay un fenómeno tan explosivo como ese inicial”. Destaca a Cecilia Curbelo y Marcos Vázquez como parte de una generación posterior que también ha dejado huella.
Martín Otheguy enfatiza la renovación generacional y el surgimiento de nuevos espacios críticos. Destaca el papel de los clubes de lectura y talleres, que fomentan “una generación de lectores y críticos jóvenes”. Menciona a figuras como Maite González Vallejo y Cecilia Rodríguez, y celebra la calidad de la producción actual, donde “la calidad sobra” y autores como Virginia Mórtola y Federico Ivanier combinan obras para niños y adultos con reconocimientos.
Desigualdad en la distribución de la lectura infantil: una batalla entre escuela y cultura
La preocupación por el desigual a la literatura infantil es una cuestión que atraviesa el sistema educativo y cultural uruguayo, y que se refleja en las brechas de oportunidades entre distintos grupos de niños. Desde la Biblioteca Nacional, Schiappapietra señala que “la realidad es que el todavía sigue siendo muy desigual”.
Esta desigualdad se traduce en que, mientras algunos niños “acceden a una diversidad de literatura de calidad, y tienen mediadores en sus casas que les habilitan experiencias lectoras potentes”, una gran parte de la población no puede hacerlo. Según la directora de la Biblioteca, “los niños que tienen a literatura infantil, experiencias potentes, con buenos mediadores, son lectores más competentes después”, por lo que “acá es donde se da la batalla clave entre qué hace la escuela y qué hace la cultura”.
La escuela, reconoce, “no puede sola” y el rol de las bibliotecas escolares, públicas y centros culturales es fundamental para “acompañar los procesos lectores”. Pero el desafío no se limita al nivel socioeconómico: “tenemos malos lectores de clase media, los indicadores de INED lo muestran”, por lo que “es un tema de acercamiento y mediación cultural”.
Este escenario plantea una problemática mayor en el país, donde “tenemos un que es totalmente desigual”, y donde “tenemos grandes debilidades en comprensión de textos y en escritura en relación a la lengua”. Por eso, las bibliotecas, en especial la Biblioteca Nacional, “juegan un rol clave”.
Advierte, además, sobre las consecuencias del retraso lector: “Aprender a leer cuando uno ya tiene que leer para aprender, es como aprender a caminar a los cinco años”, un desafío enorme porque “el cerebro tiene algo que se llaman ventanas cognitivas”, momentos en que está disponible para aprender ciertas habilidades. Cuando “eso no pasa en ese momento, hacerlo después es costosísimo".
En ese sentido, la Biblioteca País de Plan Ceibal es una de las herramientas que colaboran a reducir la desigualdad en el a la literatura infantil en Uruguay. Soledad Félix, referente del programa, explica que la audiencia mayormente es infantil, de niños, sobre todo de estudiantes, que son los que ya conocen las plataformas de Ceibal y se acercan por el docente o porque está accesible desde sus dispositivos”.
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Todos los estudiantes del sistema público “ya tienen su en las plataformas y es simplemente acceder y tomar prestado el libro”, mientras que los estudiantes del sistema privado también pueden acceder tras “crearse un ”, dice.
Desde su creación en 2017, Biblioteca País alcanzó más de 535.000 s únicos, con un total de 3,2 millones de préstamos y más de 207.000 descargas de contenidos digitales. En 2025, len os títulos más leídos en la categoría infantil lidera el ranking Pateando lunas, seguido por Misteriosa Banda Oriental y Misterio en el Cabo Polonio, mientras que entre los jóvenes sobresalen 1930: El viaje, Emilia Salvatierra: y las aventuras en el grande y Snoopy: un amor de perro.
Sobre el uso que hacen los niños de estos materiales, Félix ite que “es difícil saberlo porque no sabemos muy bien cuál es la intención”, aunque aclara que la mayor parte de la literatura es recreativa y que “el uso depende del docente y que lo trabaje en clase”.
Además de facilitar el , la biblioteca digital aporta herramientas de inclusión: “tiene una posibilidad de cambiar fuentes que permite mayor accesibilidad para dislexia, pasa el texto al audio, permite cambiar el contraste para gente con baja visión”.
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De los primeros esbozos de una historia hasta su última faceta como lectura en plataformas como la Biblioteca Ceibal, la literatura infantil y juvenil atraviesa y construye a los uruguayos de maneras diversas. Se planta en medio de la industria editorial con fuerza y presencia de peso, y desde allí manda señales. Es la dueña de los primeros enamoramientos lectores, siempre, y quiere seguir dominando desde allí.